El pasado mes de mayo se bendecía e inauguraba en el
campus de la Universidad de Negros Occidental-Recoletos de Bacólod (UNO-R), el
Museo Recoleto de Negros. En él se exponen objetos procedentes de antiguas
iglesias, así como documentos parroquiales que datan de los siglos XVIII, XIX y
primera parte del siglo XX. El Museo Recoleto forma parte del Museo de Árboles
del Patrimonio y en su edificación ha incorporado dos árboles de caoba con más
de 20 años.
Según explican los mismos agustinos recoletos, Negros es
la isla más recoleta del archipiélago filipino. Han sido los agustinos
recoletos los que han fundado la mayor parte de sus pueblos, han diseñado su
mapa de carreteras y han introducido los cultivos que convirtieron a Negros en
uno de los motores económicos del país. De Negros proceden muchos de los
religiosos y en esta isla se encuentran buena parte de sus comunidades: una de
las cuatro universidades recoletas, una de las cuatro casas de formación de
Filipinas y dos de las ocho parroquias que tiene la Orden en el país.
El Museo Recoleto de Negros se encuentra dentro de otro
museo, el llamado Museo de Árboles del Patrimonio; un plantel de árboles
filipinos autóctonos de 25 especies distintas, antaño muy abundantes en las
Islas y hoy en peligro de extinción, como el tíndalo, el molave o el kamagong.
Este segundo museo, de especies vivas, nació el pasado 23 de mayo de las manos
de jóvenes alumnos de la Universidad, cada uno de los cuales se comprometió a
apadrinar un árbol. UNO-R contó con la colaboración de la Corporación para el
Desarrollo de la Energía (EDC), la principal compañía de energía geotérmica del
país, que se ha comprometido a monitorizar los árboles y formar con ellos un
banco de datos. La subsecretaria del Departamento de Recursos Naturales y
Ambientales del Gobierno filipino, Marlu Mendoza, asentó los principios de todo
este movimiento: “los árboles son parte de nuestra fe, dones de la creación;
alimentemos este don, cambiemos de actitud, cuidemos los árboles”.
El Museo Recoleto incluye un par de árboles de caoba de
20 años que han quedado incorporados dentro de la edificación. “No hemos
querido cortar los árboles –nos dice el hermano Jaazeal Jakosalem, encargado
del museo. Lo que queremos es salvarlos, como patrimonio nuestro que son”. El
mantenimiento de esos árboles añade de hecho una nota ecológica, y muestra cómo
pueden integrarse arquitectura y protección ambiental, embelleciendo incluso el
interior del museo.