Desde
Nicaragua nos llega el testimonio del joven sacerdote de Osma-Soria, Alberto
Cisneros, misionero en este país centroamericano, al que está entregando sus
primeros años de sacerdote.
“Está
semana no he podido resistirme a volveros a escribir y compartir con todos
vosotros una experiencia que viví ayer mismo y que ha sido de las más bonitas
desde que llevo por aquí.
Ayer
subía a Managua para celebrar la fiesta de san Judas Tadeo junto con mis hijos
mayores que están estudiando o prestando su año de servicio en la capital (la
casa de los varones está bajo su patrocinio). Nunca imagine cuando me levanté
este día que sería uno de los más felices, no porque hubiera fiesta, que la
hubo, sino porque me pase toda la noche desvelado por la presencia de Dios a
través de un pequeño que comenzaba a vivir en nuestra familia.
Se
trata de Leonardo, un niño de 9 años, que no puede ser cuidado por su mamá y
corre peligro de acabar mal. A su corta edad ya ha visto muchas cosas, lo que
le lleva a ser tremendo y espabilado, como decimos en España “ve crecer la
hierba”.
Pertenece
al proyecto de niños de los semáforos que llevan adelante los chavalos mayores
de Managua, pero cuando llegué me sorprendieron con que Leonardo ya entraba a
formar parte de la familia, no se podía demorar más. Así que anoche
terminando la actividad se vino conmigo a la casa de Guadalupe que es dónde me
quedo a dormir cuando estoy en Managua, y allí en mi cuarto, después de bañarlo
pues estaba todo sucio y sabe Dios desde cuando no veía el agua, le pusimos un
colchón y durmió toda la noche. Aproveche para lavarle su camiseta y short, lo
único que traía. Tenía miedo de que despertara y se asustara, por eso dejé toda
la noche encendida la luz del baño, pero todo lo contrario, el niño está
tranquilo, como si siempre hubiese vivido conmigo, como si yo fuera realmente
su verdadero padre. La seguridad que siente y el cariño hacen que sonría y se
muestre espontáneo en todo momento, como lo es un niño de su edad.
Como
imagináis no he dormido en toda la noche contemplando a Jesús en este pequeño
que nos envía, pero no me importa, sabía que era un momento especial y que era
la única respuesta de amor para ese niño. Se ha levantado de un salto diciendo
“padre, ya está amaneciendo”, así que a comenzar la jornada. Le hemos preparado
huevo revuelto con arroz y jugo de papaya para desayunar, que se ha comido
hasta llenar, y después “operación shopping”, de compras por el mercado para
proveerlo de pantalón, camisetas, deportivas, calcetines… y todo lo necesario
para dignificar su vida. Se han venido conmigo pequeñas que están en Managua y
era una preciosidad verlas como ejercían de hermanas mayores, probándole una y
otra cosa, y demostrando un sinfín de atenciones con el niño, quizás recordando
el día de su ingreso y la dureza de su vida pasada. La sonrisa en el rostro de
Leonardo demostraba en todo momento su agradecimiento.
Ahora
ya estamos en P. Wasson, con el resto de los hermanos que a partir de ahora formarán
su nueva familia. Pasará unos días en la clínica hasta que le hagamos todos los
exámenes necesarios, pues cuando llegan no sabemos qué enfermedad pueden traer.
Desde el primer momento que nos encontramos ayer “padre esto, padre lo
otro”, y me busca en todo momento o agarra mi mano sintiendo seguridad. Un
momento que me he ido a mi cuarto para ducharme y alistarme para misa no sé
como lo ha hecho pero se ha salido de la clínica y se ha ido en mi búsqueda.
Mientras escribo esto él está pintando, le gusta mucho, y en un momento iremos
para ponerlo guapo para la celebración, hoy será presentado a toda la familia.
Y por eso os escribo, para que conozcáis al nuevo hijo por el que tenéis que
rezar y cuidar desde la distancia. Vuestras aportaciones me han ayudado hoy a
vestir a mi último hijo. Muchas gracias por estar ahí siempre”.