Cerca del final de la Segunda Guerra Mundial, los
soldados japoneses en retirada llegaron a una finca dedicada a la producción de
caucho en Sapong, cerca de Sabah, en el norte de la isla de Borneo, la
gigantesca isla del Océano Índico. Llevaban con ellos a Mons. August Wachter,
el primer prefecto apostólico de esta zona, y a otros seis sacerdotes del Tirol
austriaco, además de un hermano de la misma congregación que ellos, los
misioneros de Mill Hill. Todos habían abandonado sus hogares y como misioneros
llevaban años al servicio de las comunidades cristianas de Sabah. Nunca se supo
cómo murieron aquellos misioneros, prisioneros por defender a los más débiles.
Nunca se recuperaron sus cuerpos.
Varios hermanos de su congregación, los misioneros de
Mill Hill, recorrían a pie la semana pasada en peregrinación el último viaje de
esos mártires – 107 kilómetros andando hasta la granja de Sapong, recorridos en
cuatro días. Aprovecharon para celebrar la Eucaristía en diversos lugares, y
con los estudiantes del Centro Montfort, de las Hermanas Franciscanas de la
Inmaculada Concepción, que acompañaron a los misioneros de Mill Hill en su
peregrinación en parte de la ruta. Esta congregación religiosa, una
congregación local, fue fundada precisamente por Mons. Wachter. En las
parroquias visitadas se aprovechó para desarrollar talleres sobre el
significado de la misión, y cómo llevarla a cabo en el día a día.
Los participantes en la peregrinación fueron recibidos al
final de la misma por el obispo de Keningau, Mons. Cornelius Piong, en la
Iglesia de St. Anthony, en Tenom, donde se encuentra la capilla dedicada a
Mons. Wachter y sus compañeros, erigida en el año 2011 con motivo del 75
aniversario de la fundación de las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada
Concepción. Desde allí, se recorrieron los últimos ocho kilómetros, con un buen
número de fieles de St. Anthony, hasta el lugar donde fueron asesinados los
misioneros. Los religiosos de Mill Hill pasaron muchos años como misioneros en
Sabah, estableciendo la bases de la Iglesia local y, gracias a sus dedicación y
celo misionero, esta Iglesia es lo que es hoy.