El contacto con las jóvenes comunidades
cristianas de África y de otros lugares
del mundo produce, en nosotros, una honda sensación de esperanza.
Son comunidades donde abundan los
jóvenes.
Son comunidades muy participativas. La
celebración de la Eucaristía está llena de cantos, danzas y simbología.
No extraña que duren varias horas. Todo el
Pueblo participa.
La formación de los catecúmenos es
larga y bastante cuidada.
Los seglares asumen tareas
evangelizadoras y ministeriales.
Las vocaciones sacerdotales y
religiosas abundan en muchos lugares, ofreciendo a otros territorios agentes de
pastoral.
Durante estos días de verano, muchos
jóvenes europeos comparten experiencia misionera en África e Hispanoamérica.
Cuando regresan, todos expresan el fuerte
impacto que ha causado la misión en sus vidas.