MIL VECES
GRACIAS
La escuchamos cuando
cedemos a una persona el paso o el asiento.
La pronunciamos al recibir un regalo o recibimos un
piropo.
Es una palabra que deberíamos dirigir a Dios cada
mañana: al abrir los ojos, al ir al colegio o al trabajo; cada mediodía al
tomar los alimentos, cada vez que escuchamos o leemos la Palabra de Dios.
Cada momento de paz y oración deberíamos decir: “Gracias,
Señor, por la belleza de la creación, por tu misericordia, por tu paciencia,
por tu promesa de Vida eterna, por todo lo que tengo y, más aún, por lo que me
sobra”.
También deberíamos dar las gracias frecuentemente a los
padres, amigos, catequistas y sacerdotes, por la riqueza humana y espiritual
que aportan a nuestra vida.
Hoy, en esta fiesta de la Infancia Misionera, desde
los pueblos remotos de África, Asia, Oceanía y Centroamérica, millones de niños
nos dicen: ¡¡GRACIAS!!
GRACIAS por vuestra ayuda fraterna, que ha permitido
construir orfanatos, escuelas, hospitales, dispensarios, leproserías…, donde
millones de niños han recibido salud, sabiduría y dignidad.
GRACIAS por la obra de la Infancia Misionera, que
enseña a los niños a ser misioneros y ayuda a tener un corazón abierto a todos,
como el del buen Padre Dios.
GRACIAS por la comunión en la oración, que nos hace
gozar de la alegría de ser hermanos.
GRACIAS por todos los misioneros que han dejado su
tierra y su bienestar, para encarnarse entre nosotros, compartiendo su tiempo,
sus conocimientos y, sobre todo, el amor de Jesús con nuestra gente.
Por
desgracia, no todas son noticias bonitas en el mundo: el Fondo Internacional de
Emergencia de las Naciones Unidas publica que en el año 2012 murieron más de
seis millones y medio de niños menores de cinco años. La mayoría de esas muertes podrían haberse
evitado. El 15 por ciento de los niños del mundo se ve obligado a realizar
trabajos… Su derecho a ir al colegio y a jugar es permanentemente vulnerado.
Los
niños y adultos de nuestra Diócesis, respondiendo al espíritu de la Infancia Misionera,
aportaron 43.633,68 euros el año pasado, para colaborar en la promoción de
aquellos niños que no han tenido nuestras oportunidades.
El
fundador de la Obra misionera de los niños monseñor, Forbin-Janson, hace 172
años, tuvo una idea profética: “Que los
niños ayuden a los niños”. A partir de aquel momento se inició una
movilización de la infancia cristiana a favor de los niños empobrecidos. Una
cadena de comunión que ha ido creciendo con eslabones de INFORMACIÓN a través
de las revistas misioneras, de ORACIÓN y SOLIDARIDAD.
En
el cartel de la Jornada aparece un grupo de niños, de diversas razas, felices y
contentos. Transportan una pancarta con una de las palabras más bellas:
GRACIAS. Uno de ellos lleva en la gorra las siglas IM, es el distintivo de la
Infancia Misionera. Alegría en los
rostros y Gracias en los labios, son los efectos de la presencia de Dios en el
corazón, cuando se toma el evangelio en serio.
Pedro Jesús Mohedano Santibáñez
Director Diocesano de OMP