Mons. Eusebio Hernández Sola, Obispo de Tarazona, cuenta
con orgullo la labor que se está llevando a cabo en la misión diocesana de
Cochabamba y agradece a los misioneros su generosidad y también la de sus
fieles diocesanos por haber colaborado en el proyecto navideño “Pon un niño en
tu mesa” que podrá seguir alimentando a más de 800 niños en esta zona de
Bolivia.
“El año pasado os escribía mi primera carta sobre nuestra
misión de Cochabamba. Llevaba muy poco tiempo en la Diócesis y todavía no había
tenido la oportunidad de conocer personalmente aquella hermosa realidad. Por
eso, todo lo que os podía decir era sólo de ‘oídas’.
Este año las cosas han cambiado. Como sabéis, en el mes
de Junio, el Señor me concedió la gracia de conocer personalmente la misión y
quedé impresionado de la labor que está realizando nuestra Diócesis en nuestra
querida misión de Cochabamba. Por eso este año ya no hablo lo ‘oídas’ sino de
lo que yo ‘he visto con mis propios ojos’.
He pisado con emoción las calles de la Parroquia Santa
Mónica: Barrio Petrolero, Tic-ti, Santa Ana, Profesional... y, sobre todo, he
visto rostros, muchos rostros que se han quedado muy grabados en mi retina.
Rostros de niños contentos y felices en nuestras Guarderías; rostros de muchos
jóvenes alegres en nuestros Colegios. Los he visto danzar con sus bailes
típicos, llenos de belleza, colorido y vitalidad. También he visto rostros surcados
por el sufrimiento y envejecidos prematuramente por la escasez de recursos
humanos. Y enfermos que mueren por no poder pagar las medicinas. Todo lo he
visto y todo lo he amado.
Pero, sobre todo, me he fijado, con mirada contemplativa
y llena de admiración, en la gran generosidad de nuestros misioneros. Nuestro
gran Lorenzo regresa ya definitivamente a España después de ocho años de
servicio gozoso, exhaustivo, incondicional.
Jesús, con espíritu juvenil y abnegado, se queda todavía
acompañando en todo a los nuevos misioneros y trabajando, de modo especial y
admirable, como profesor en la Universidad Católica y como guía espiritual,
siguiendo personalmente, con exquisita delicadeza y finura, a muchos
seminaristas.
Los nuevos misioneros que acaban de llegar, han sido para
mí y para muchos sacerdotes y seglares, una bonita sorpresa. No es normal que
un sacerdote, a sus setenta años, quiera iniciar una aventura de ese tipo. Y la
quiera realizar, con alegría, con elegancia, con tesón, y con una firme determinación
de fijar los ojos en la misión, sin echar la vista atrás.
Y queda Nelly, esa mujer navarra, fuerte y valiente, que
acababa de perder a su querido esposo y, lejos de refugiarse en un duelo
nostálgico y paralizante, lo ha convertido en energía positiva y fecunda. Ella,
llena del espíritu de Francisco Javier, ha dicho a sus sorprendidos amigos y
conocidos: ‘yo no me voy a Cochabamba sola. José-Mari, mi esposo, se viene
también conmigo’.
Y al mirar a nuestros misioneros, no puedo menos de
fijarme también en la espléndida labor de los hermanos maristas en nuestros
Colegios y la dedicación total, cercana y maternal de nuestras hermanas de la
Caridad de Santa Ana, atendiendo las Guarderías, Comedores y Casa de Acogida.
Esta maravillosa historia, no es sólo mía, ni de los
misioneros, es también de toda la Diócesis. Cochabamba evoca, convoca, sugiere
y nos provoca a una generosidad siempre nueva. Es verdad que las cosas no andan
bien por España en estos momentos; pero vuestro corazón es más grande que
vuestros bolsillos. Lo habéis demostrado con creces. Y quiero agradecer, de un
modo especial, a todos los que estáis apuntados en el Proyecto de ‘Pon un niño
en tu mesa’. Gracias a vuestra preciosa colaboración, seguimos alimentando a
más de 800 niños cada día. Es el mejor regalo de reyes que podéis hacerles. Un
abrazo muy grande, mi más profundo agradecimiento y el deseo de un Año Nuevo
lleno de paz y felicidad”