
El Hogar de Cristo fue creando “dispositivos”, centros
barriales, que acompañaran a niños, jóvenes y adultos, y a sus familias, a
recuperarse de los efectos del “Paco”. El primer centro fue San Alberto
Hurtado, luego vino la Granja Madre Teresa, luego vinieron otros… y lo que
empezó siendo un proyecto de la Parroquia de Caacupé acabó siendo un compromiso
común de todas las Parroquias de las Villas de la Ciudad de Buenos Aires, que
los sacerdotes de estas comunidades asumieron con el apoyo decidido de su
arzobispo.
Un apoyo que no fue ni mucho menos meramente
institucional. Aquel 20 de marzo de 2008, era Jueves Santo, y el cardenal
Bergoglio, el arzobispo de Buenos Aires, el primado de Argentina, se inclinaba
para lavar los pies de hermanos suyos en Cristo enganchados al “Paco”… Así se
inauguró el Hogar de Cristo. Como contaba estos días Rafael, un chico de 26
años, drogadicto en recuperación gracias al Hogar de Cristo, y hoy involucrado
en ayudar también a los demás: “Él caminaba en los pasillos de la villa. Era
como si fuera uno más”, dice al recordar al cardenal.
En cuatro años de existencia, pasito a pasito, se ha
acompañado a 600 afectados, la mayoría muy jóvenes, y a sus familias. Porque el
estilo del Hogar de Nazaret, el estilo Bergoglio, ha sido el de la cercanía de
la Iglesia, el de acompañar a cada persona y familia, para que ellos encuentren
en su vida sentido y esperanza. Hoy son 22 los sacerdotes villeros que, con los
fondos y el gran impulso del cardenal, han relanzado este método pastoral de la
cercanía, de no olvidarse “de los niños, los ancianos, quienes son más frágiles
y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón”, como decía el
Papa Francisco en la Misa que inauguraba su Pontificado.