Atrás quedó el verano y con él la
experiencia misionera que viví y que habla de lo efímero de la vida y de la
necesidad de tener el corazón bien abierto para ser capaz de saborear,
deteniéndola, los regalos que continuamente te hizo.
No
ha pasado más de un día sin que imágenes, sentimientos e ilusión, mucha
ilusión, irrumpan en la realidad para llevarnos, casi sin permiso, a las
misiones de Kirigueti y Koribeni en Perú.
Se
me viene a la cabeza el “cómo te podré pagar” de ese salmo hecho canción, que
hoy hago más mío que nunca, con el que agradecer al Padre todo lo recibido a
través de Selvas Amazónicas a lo largo del último año. Todo se convierte en
gracias y en ellas aparece el curso de formación recibido, a través del que,
durante un fin de semana cada mes y medio y a lo largo de un año, tomamos
conciencia de la dimensión misionera del viaje. Se me vienen a la mente, ¡cómo
no!, los compañeros de camino con los que compartí incertidumbres, deseos,
risas, oración y pensamiento. Los encuentros fueron terreno privilegiado para
hacer comunidad y fue así que pronto comenzamos a sentirnos hermanos. ¡También
vosotros habéis sido continua fuente de enseñanza!
Gracias
a Selvas Amazónicas por toda la organización de la experiencia misionera.
Gracias también a las personas que nos han llevado de la mano en todo este
proceso. Mil gracias a todas aquellas hermanas y hermanos peruanos con los que
compartimos vida o espacio y también a aquellos con los que no lo hicimos. Y
finalmente gracias al Padre, sin el cual todo carecería de sentido. Ahora
estamos todavía más seguros de que Él es fuerza, origen y fin de todo. Los
misioneros con sus vidas son un fiel testimonio de ello. Y así esta aventura ha
llegado a su fin para comenzarla de nuevo.
En
la travesía todos hemos cambiado y la palabra misión ha cobrado en nosotros una
nueva dimensión. ¡Ya no tiene fronteras! Puede estar aquí o allí, puede ser el
ayer, el hoy o el mañana porque traspasa todo lugar y tiempo para convertirse
en una manera de estar y de ser en el mundo. Es ella, la misión, la que nos
invita a descubrir tras los acontecimientos cotidianos la presencia de un Dios
animándote a construir Reino con los que te rodean. Es ella la que nos insta a
respetar la realidad del otro y a sumar esfuerzas. Ella es una dinámica de
vida. Una firme invitación a sentir “con pasión” al otro.
Como
veis Perú ha sido una experiencia que ha colmado toda expectativa. Ahora tan
solo permanece la necesidad por transmitir y compartir todo lo vivido y
aprendido. Ahora queda tiempo y trabajo por delante para poder aterrizar todas
las ganas e ilusión que nos invaden... Con Selvas, de nuevo, de la mano.
¡Contigo,
si te animas!
Lorenzo Pinto
Selvas Amazónicas