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27 de diciembre de 2013

La Navidad entre la tribu de los Gumuz, en Etiopía


Desde Etiopía, nos escribe Juan González Núñez, misionero comboniano de Orense, que nos relata en un escrito cómo se vive la navidad con la tribu de los gumuz, una etnia establecida tanto en Etiopía como en el sur de Sudán.
“Me gusta poner un mini pesebre delante del altar en tiempo de Navidad, aun siendo muy consciente de que no evoca en mis parroquianos más que la curiosidad por lo insólito.
Para colmo, es difícil encontrar las figuras de un Niño Jesús negro y menos de María y José. El hecho de que sean blancos trasmite sin quererlo el mensaje de algo irreal, lejano, fuera de su mundo, es decir, lo contrario de lo que se quisiera trasmitir. Claro, a todo se acostumbra uno y la novedad acaba por hacerse tradición. Así introduzco una tradición que es muy ‘católica’. Si mis parroquianos gumuz fueran un día a Buenos Aires o a Tokio, se encontrarían con la misma escena y se sentirían en familia.
Estamos en un rincón del noroeste de Etiopía, entre los gumuz, un pueblo en proceso de primerísima evangelización. Muy negros y de rasgos faciales que les acomunan a los sudaneses, los gumuz se parecen muy poco al resto de los etíopes. Pero, aunque bastante aislados, viven en Etiopía, una nación con cultura cristiana y que, por tanto, celebra la Navidad como una de las fiestas principales del año. Claro está que esa celebración poco tiene de lo que en Occidente se asocia a la Navidad: no hay ni nieve, ni pesebres, ni árbol de Navidad, ni Papá Noel que trae regalos… Aquí, en el bajo plano cercano a Sudán, donde nos encontramos, el calor es permanente y la nieve es un fenómeno inaudito del que la mayoría ni siquiera ha oído hablar.
Y quienes oyeron, no creo que se hayan hecho una idea ni aproximada de lo que se trata. En la tradición cristiana etíope, tampoco existen los Belenes. Sí, en cambio, es frecuente que la gente que está desplazada sienta el deseo de ir a ver a su familia. A veces, esa visita la alargan hasta empalmar con la fiesta del Bautismo del Señor, cuyas celebraciones son más solemnes que la Navidad misma. Una de las consecuencias es que la vida laboral y académica queda casi paralizada por quince días. Aunque no conocen la palabra ‘puentes’, los practican, y muy largos.
De esa tradición cristiana etíope, los gumuz participan muy poco, pues hay muy pocos cristianos entre ellos. Los únicos cristianos son los que están entrando en la naciente Iglesia católica y son realmente pocos, tan pocos y fuera de contexto, que no se logra crear una tradición católica fuerte.
No es infrecuente que el día mismo de Navidad, nuestros cristianos vengan a misa en menos número que cualquier otro domingo.
Todo esto nos está diciendo cuánto nuestras celebraciones católicas, que en Occidente damos por descontadas, son relativas a las culturas y ambientes donde se encuadran. Ello nos ayuda a distinguir lo que en una fiesta es esencial y pertenece al núcleo de la fe y lo que es simple tradición que se ha ido formando en distintos momentos y lugares. Y lo esencial es que el Dios omnipotente se ha hecho hombre impotente e insignificante para decirnos que todos somos hermanos. Y ese mensaje resuena también en nuestras pequeñas capillas. ¿Los Pesebres? Pequeños y poquito a poco”.