
En este sentido, el Papa Francisco, en su mensaje para la
Jornada Mundial de las Misiones del pasado DOMUND, hacía un llamamiento “a
todos aquellos que sienten la llamada a responder con generosidad a la voz del
Espíritu Santo, según su estado de vida, y a no tener miedo de ser generosos
con el Señor. Invito también a los obispos, las familias religiosas, las
comunidades y todas las agregaciones cristianas a sostener, con visión de
futuro y discernimiento atento, la llamada misionera ad gentes y a ayudar a las
iglesias que necesitan sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos para fortalecer
la comunidad cristiana. Y esta atención debe estar también presente entre las
iglesias que forman parte de una misma Conferencia Episcopal o de una Región:
es importante que las iglesias más ricas en vocaciones ayuden con generosidad a
las que sufren por su escasez.
Al mismo tiempo exhorto a los misioneros y a las
misioneras, especialmente los sacerdotes fidei donum y a los laicos, a vivir
con alegría su precioso servicio en las iglesias a las que son destinados, y a
llevar su alegría y su experiencia a las iglesias de las que proceden,
recordando cómo Pablo y Bernabé, al final de su primer viaje misionero
«contaron todo lo que Dios había hecho a través de ellos y cómo había abierto
la puerta de la fe a los gentiles» (Hechos 14,27). Ellos pueden llegar a ser un
camino hacia una especie de ‘restitución’ de la fe, llevando la frescura de las
Iglesias jóvenes, de modo que las Iglesias de antigua cristiandad redescubran
el entusiasmo y la alegría de compartir la fe en un intercambio que enriquece
mutuamente en el camino de seguimiento del Señor”