
Nació en 1825, en el lugar de Ral, de la parroquia de
Santiago de Castillón, en el ayuntamiento de Ferreira de Pantón. Ordenado
sacerdote en 1851. Estuvo nueve años en la diócesis de Lugo. En 1856 el obispo
francés Marion Brésillac funda en Lyon la Sociedad de Misiones Africanas, un
instituto misionero que se da a conocer en toda Galicia. Fue lo que despertó en
el padre Fernández la vocación de trabajar en África. En enero de 1860, el
padre Fernández se presentó a las puertas del Seminario de Misiones Africanas
en Lyon solicitando ser admitido. Permaneció en Lyon un año, junto a un grupo
de aspirantes al trabajo misionero en África.
Tres personas fueron las elegidas para formar el primer
equipo rumbo a Dahomey. Un francés, el padre Edde; un italiano, el padre
Borghero, y Francisco Fernández, escogido porque se había visto en él "un
misionero lleno de celo".
En el viaje fallece el padre Edde. Borghero y Fernández
llegan a Dahomey, el 18 de abril de 1861. Fecha histórica, pues a partir de ese
momento no se interrumpiría hasta nuestros días la presencia de misioneros
católicos, extendiéndose el Evangelio primero a lo largo de la costa, Nigeria,
Benín, Togo, Costa de Oro (hoy Ghana) y Costa de Marfil, y, más tarde, hacia el
interior, Níger, Alto Volta (hoy Burkina Fasso).
Fernández y Borghero fueron acogidos por las autoridades
coloniales francesas y por el rey de Dahomey, quien permitió desarrollar el
trabajo misionero, pero con la prohibición de evangelizar a los adultos al ser
considerado esto una traición a la tradición de su pueblo.
El equipo misionero abrió un colegio en el que la mayoría
de los alumnos eran hijos de esclavos que habían vuelto de Brasil con su carta
de libertad. Comenzaron también el trabajo de cuidado de enfermos. Poco a poco
fueron ganando la confianza del pueblo africano.
En mayo de 1861 se agrava el estado de salud de Fernández,
perdiendo la barba y el pelo, con fiebres muy altas. Esto hizo que Fernández
decidiera volver a España, por considerarse más una carga que una ayuda para
Borghero. Cuando llegó un compañero que lo relevaría, el padre Fernández se
subió a una barcaza para llegar hasta el navío que lo devolvería a España, pero
a unos cien metros de la costa, un golpe de mar hizo volcar la barca y
Fernández fue rescatado por tres nativos y un comerciante francés, llegando más
muerto que vivo a la costa. Para Francisco Fernández este acontecimiento aclaró
todas sus dudas, interpretándolo como una manifestación de la voluntad de Dios.
Afirmó: "permaneceré en África, ya sea para vivir, ya sea para
morir".
Fernández ejerció de Superior de la Misión en las
ausencias de Borghero. Su trabajo estaba centrado en la formación académica y
el catecismo de los niños mayores del colegio. Las clases las impartía en
portugués, pues estos niños conocían el idioma por su estancia en Brasil.
Tras las batallas que el rey de Dahomey mantenía con los
pueblos vecinos, los prisioneros eran sometidos como esclavos. Y otra tarea
digna de resaltar del padre Fernández, fue el cuidado de los niños rescatados
de la esclavitud por los misioneros.