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10 de febrero de 2014

"Permaneceré en África, ya sea para vivir, ya sea para morir"


Mañana se cumplen ciento cincuenta años del fallecimiento del misionero lucense Francisco Fernández Rodríguez, que murió el 30 de noviembre de 1863 "en los más vivos sentimientos de fe y de piedad", según escribió su compañero Borghero en su diario. Fue el primer misionero de Misiones Africanas que murió en Dahomey, lo que hoy es Benín.
Nació en 1825, en el lugar de Ral, de la parroquia de Santiago de Castillón, en el ayuntamiento de Ferreira de Pantón. Ordenado sacerdote en 1851. Estuvo nueve años en la diócesis de Lugo. En 1856 el obispo francés Marion Brésillac funda en Lyon la Sociedad de Misiones Africanas, un instituto misionero que se da a conocer en toda Galicia. Fue lo que despertó en el padre Fernández la vocación de trabajar en África. En enero de 1860, el padre Fernández se presentó a las puertas del Seminario de Misiones Africanas en Lyon solicitando ser admitido. Permaneció en Lyon un año, junto a un grupo de aspirantes al trabajo misionero en África.
Tres personas fueron las elegidas para formar el primer equipo rumbo a Dahomey. Un francés, el padre Edde; un italiano, el padre Borghero, y Francisco Fernández, escogido porque se había visto en él "un misionero lleno de celo".
En el viaje fallece el padre Edde. Borghero y Fernández llegan a Dahomey, el 18 de abril de 1861. Fecha histórica, pues a partir de ese momento no se interrumpiría hasta nuestros días la presencia de misioneros católicos, extendiéndose el Evangelio primero a lo largo de la costa, Nigeria, Benín, Togo, Costa de Oro (hoy Ghana) y Costa de Marfil, y, más tarde, hacia el interior, Níger, Alto Volta (hoy Burkina Fasso).
Fernández y Borghero fueron acogidos por las autoridades coloniales francesas y por el rey de Dahomey, quien permitió desarrollar el trabajo misionero, pero con la prohibición de evangelizar a los adultos al ser considerado esto una traición a la tradición de su pueblo.
El equipo misionero abrió un colegio en el que la mayoría de los alumnos eran hijos de esclavos que habían vuelto de Brasil con su carta de libertad. Comenzaron también el trabajo de cuidado de enfermos. Poco a poco fueron ganando la confianza del pueblo africano.
En mayo de 1861 se agrava el estado de salud de Fernández, perdiendo la barba y el pelo, con fiebres muy altas. Esto hizo que Fernández decidiera volver a España, por considerarse más una carga que una ayuda para Borghero. Cuando llegó un compañero que lo relevaría, el padre Fernández se subió a una barcaza para llegar hasta el navío que lo devolvería a España, pero a unos cien metros de la costa, un golpe de mar hizo volcar la barca y Fernández fue rescatado por tres nativos y un comerciante francés, llegando más muerto que vivo a la costa. Para Francisco Fernández este acontecimiento aclaró todas sus dudas, interpretándolo como una manifestación de la voluntad de Dios. Afirmó: "permaneceré en África, ya sea para vivir, ya sea para morir".
Fernández ejerció de Superior de la Misión en las ausencias de Borghero. Su trabajo estaba centrado en la formación académica y el catecismo de los niños mayores del colegio. Las clases las impartía en portugués, pues estos niños conocían el idioma por su estancia en Brasil.
Tras las batallas que el rey de Dahomey mantenía con los pueblos vecinos, los prisioneros eran sometidos como esclavos. Y otra tarea digna de resaltar del padre Fernández, fue el cuidado de los niños rescatados de la esclavitud por los misioneros.