UNA VISIÓN PROFÉTICA SOBRE EL CLERO NATIVO
Dos mujeres francesas, Estefanía y Juana Bigard, madre e hija, leyeron en 1889 una carta del obispo francés de Nagasaki, en la que contaba que los cristianos japoneses, por temor a la persecución, tenían miedo de acercarse a los misioneros extranjeros, lo que no ocurriría si los sacerdotes fueran naturales de su mismo país.
Las dos laicas francesas comienzan una gran actividad para implicar a la Iglesia en el sostenimiento de las vocaciones en los Territorios de Misión.
El Papa Pío XI asumió esta iniciativa privada como suya y de toda la Iglesia, y en 1922 le dio el carácter de “pontificia”.
Gracias a esta visión profética hoy son miles los sacerdotes y religiosos que están sirviendo al Reino de Dios en sus propios países de origen.