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24 de enero de 2014

26 de Enero, JORNADA PONTIFICIA DE LA INFANCIA MISIONERA


Hace unos meses contemplé un vídeo, cuyos  protagonistas eran niños sirios, que entonaban una canción. La letra, las escenas  y los rostros de los niños me dejaron el corazón anonadado. En medio de actos de violencia, los niños  se preguntaban:”¿Qué hemos hecho para que nos asesinen? Han derrumbado nuestras casas, quemado nuestro colegio… Mundo, ¿dónde estás?...Gentes, tendednos vuestras manos”.
“En Siria al Niño Jesús no le faltan compañeros: miles de niños que han perdido sus casas viven bajo tiendas pobres como el establo de Belén”. Así describe la situación el arzobispo Samir Nassar.
Es una escena que por desgracia se puede  escuchar desde diversos rincones: Filipinas, Haití, Irak, África…, donde  millones de niños se encuentran expuestos a las balas o a la hambruna.
Javier Negro, misionero español en Camerún, preguntaba a los niños de una escuela de la misión: ¿qué os gustaría tener?  La respuesta fue rápida: “agua potable y una capilla”.
Otro misionero, desde  Uganda, hizo a los niños una pregunta parecida: ¿Qué os gustaría pedir a Jesús?  La sorpresa fue mayúscula ante la respuesta de un niño: “Yo le quiero decir a Jesús, ¿qué necesitas de mí?”
La Obra de la Infancia Misionera, con su consigna: “LOS NIÑOS AYUDAN A LOS NIÑOS”  pretende movilizar a los pequeños convirtiéndolos en protagonistas de una corriente  de fraternidad, por la que circule la alegría de la fe, la oración y la solidaridad universal. Con un precioso objetivo: Adoptar a todos los niños del mundo.
Ningún niño o adulto está tan ocupado, que carezca de tiempo  para rezar todos los días  por los demás; ni es tan pobre, que no pueda meter unos céntimos o unos euros en la Hucha del Compartir o en el cestillo de  la parroquia.
Millones de niños desde Kigali a Managua, pasando por Manila y Cáceres, ofrecen juntos sus donativos y oraciones; con su generosidad  logran poner en pie: miles de escuelas, orfanatos, comedores, dispensarios…; y  hacen posible la compra de catecismos, alimentos y medicinas.   Evidentemente, muchos niños de África, Asia o  América Central sólo pueden aportar unos céntimos a causa de su pobreza, pero unidos a muchos, permiten que a  los lugares más empobrecidos llegue la ayuda necesaria para vivir con dignidad.
Ellos, como el niño de Uganda, ante la pregunta ¿Jesús, qué necesitas de mí?, han  respondido, con  rapidez.
 Javier Negro nos recuerda un bello refrán africano: “Si tienes muchos bienes, compártelos; si tienes pocos, comparte tu corazón”.
Los niños de Siria, como también los hambrientos de  África o cualquier lugar del mundo,  nos señalan los lugares donde se encuentran hoy el pobre Lázaro y el rico Epulón.

Pedro Jesús Mohedano Santibáñez
Director Diocesano de OMP