Lorenzo Laguía es un misionero laico que el pasado 21 de
abril marchó a la República del Chad. Es de Villarrobledo, médico y tiene 38
años de edad. En esta entrevista realizada por la oficina de comunicación de la
diócesis de Albacete, Lorenzo cuenta cómo surgió en él la vocación
misionera.
-Lorenzo,
¿Cómo nace esa idea de irse al Chad?
-Pertenezco a
una asociación pública de fieles que se llama Mies (Misioneros de la
Esperanza), que dentro de la Iglesia se dedica al apostolado con niños y
jóvenes y, fundamentalmente, con los más marginados o vulnerables. Mies tiene
proyectos de misión en Latinoamérica y en África, que conozco y están presentes
en mi vida. Entonces, el año pasado me puse en período de discernimiento, me
planteé si el Señor realmente me llamaba a ir a tierra de misión, como a otros
misioneros de mi misma asociación, y creo que el Señor me llamaba a ponerme
disponible donde la asociación considerase que hiciese falta.
-Y te vas a
un país pobre y muy grande, de África.
-Está en el
centro de África, de hecho le llaman el corazón de África, y también, aunque el
apellido sea un poco peyorativo, el corazón muerto de África. Es un país muy
extenso, aproximadamente dos veces y medio la extensión de España. Los dos
tercios del Norte del país son muy pobres y forman parte del Magreb, que es
principalmente desierto, y el tercio sur es donde está la tierra que produce,
en la sabana tropical seca, y allí es donde se aglutina la mayor parte de la
población y donde yo voy.
-¿Cuál es tu
proyecto? ¿A qué te vas a dedicar?
-Voy a
trabajar en un proyecto que surgió a raíz de un estudio de Unicef que desveló
que en la ciudad de Kélo, que tiene unos cincuenta mil habitantes y pertenece
al departamento de Tandjilé, cerca de Camerún, había unos tres mil niños que
vivían en las calles y dormían a la intemperie. El proyecto se llama Charles
Lwanga, en memoria de uno de los primeros mártires africanos, y se hizo para
montar una granja escuela para alfabetizar a estos niños, enseñarles un oficio y
educarles en valores. Así podrán reinsertarse en la sociedad del país y ser
mucho menos vulnerables a la violencia, al sida y a las drogas, al no vivir ya
en la calle.
- Y ahí vais
a estar en grupo.
- Si. Yo voy
a trabajar con dos misioneros de mi asociación que están en este proyecto, que
se llaman Sergio y Pili. En un principio, estas experiencias misioneras son
para tres años y después decides si quieres volver a irte o no.
-Cuando se
dice misioneros, mucha gente puede pensar que son consagrados, sacerdotes,
religiosas, pero hay también misioneros laicos y ése es tu caso. Con tus
estudios, tu trabajo… ¿Cómo surge en ti la vocación a la vida misionera?
-Me resulta
muy fácil verlo ahora. Pero lo que más me ha ayudado es hacer una lectura
creyente de mi vida mirando hacia atrás. Cuando decides pararte para
reflexionar por dónde quieres que vaya tu vida, mirar hacia atrás te hace ver
en qué momentos de tu vida importantes o menos importantes está presente la
mano del Señor. Yo desde pequeño, siempre me ha llamado la atención los temas
de la Iglesia; me gustaba la catequesis; cuando hice la Comunión quería seguir
en la parroquia, y también después de la Confirmación… iba buscando algo más.
-Y surgió la
oportunidad de este movimiento de misioneros.
-Si. Me gusta
estar en este movimiento, desde el principio me resultaba atractivo, y desde
que estoy ahí, sobre todo en períodos de más reflexión interior como son los
ejercicios espirituales anuales, me interpelo y me pongo en manos del Señor a
ver lo que Él quiere de mí.
-¿Qué mensaje
podrías dar a quiénes sientan que el Señor les llama a algo más?
-Que lo mejor es ponerse en período de discernimiento. Y la mejor manera de
reflexionar sobre lo que uno siente es hacer un poco de silencio exterior y si
se tiene la oportunidad de ir a una casa de ejercicios o a un monasterio, donde
dedicar tu tiempo a la oración, a la meditación y a discernir si eso que
sientes es realmente la vocación a la que te llama el Señor, pues es lo mejor.
También es imprescindible contar con un director espiritual, que si es un
sacerdote, mucho mejor.