Cuatro de los jóvenes que han sido enviados desde Madrid
a las misiones amazónicas en Perú de Koribeni para una experiencia misionera a
lo largo del verano, nos cuentan sus primeras impresiones.
“Ya estamos las 4 voluntarias que este mes vamos a estar
en la misión de Koribeni, en la selva peruana. Koribeni nos parece precioso.
Además nos acogieron con los brazos abiertos, todos los niños del internado con
besos y abrazos, una misa de bienvenida preciosa y una cena con todos los
misioneros y misioneras de aquí, son cuatro. Al día siguiente ya empezamos a
preparar con la directora del colegio de aquí toda la formación que quieren que
hagamos a los 60 profesores de distintas comunidades. Así que estamos
trabajando mucho preparando todos los talleres y dinámicas. Estamos un poco
asustadas con las expectativas que hay, pero esperamos estar a la altura.
El segundo día nos fuimos a la comunidad machiguenga de
Tipeshiari. Fueron dos días de ida, uno allí y otro día para volver porque no
teníamos mucho más tiempo. La subida fue muy dura, porque todo es cuesta
arriba. Bajaron a buscarnos a la carretera varias personas de la comunidad para
guiarnos y ayudarnos a subir cosas que llevábamos para la escuela. Hubo algún
momento que pensábamos que no llegábamos y como era todo barrizal no parábamos
de resbalarnos. Al principio del camino teníamos que cruzar el río con una
orolla, una especie de cesta en una tirolina, una pasada. La primera noche
dormimos en una cabaña. Las vistas eran una pasada, un sitio precioso, y la
acogida que nos dieron. No nos podíamos comunicar mucho por el idioma, pero nos
sentimos bien. Con nosotras iba Marina, una machiguenga de la comunidad que nos
estaba ayudando a subir y como hablaba español nos hacía de traductora. Nos
estuvieron enseñando hasta a disparar las flechas con el arco. Lo malo fue que
llevábamos varias latas de sardinas y atún y pan para compartir con ellos y
cenar y desayunar y los que las llevaban se subieron directamente hasta
Tipeshiari y no las teníamos con nosotros. Así que solo cenamos un cachito de
yuca cocida y no desayunamos, por lo que al día siguiente que era una ruta de 7
horas cuesta arriba y bastante dura (de saltar troncos, esquivar derrumbes,
etc.) estábamos flojas de no comer.
Cuando llegamos a Tipeshiari no nos lo creíamos, pero la
acogida fue impresionante. Nos estaban esperando para comer todos juntos. Se
había reunido la comunidad en la escuela y habían cocinado tres monos para todos.
Los machiguengas viven en casas muy aisladas, incluso kilómetros, pero allí
estaban todos. La verdad es que fue muy bonito. Teníamos un poco de miedo con
lo que nos iban a dar de comer pero la verdad es que el mono no está mal, un
poco duro y de olor fuerte pero bueno De las opciones que teníamos era lo que
preferíamos que nos diesen, porque nos habían dicho que a lo mejor nos daban
gusanos tipo orugas o renacuajos vivos. También estuvimos bebiendo masato, que
es una bebida fermentada de yuca un poco fuerte.
Toda la tarde nos hicieron bailes y celebraciones típicas
suyas. Al día siguiente nos toco a nosotras enseñarles juegos y canciones. La
verdad es que fue muy bonito. Y ese día ya cocinaba la profesora y comimos
lentejas, arroz y latas y pudimos recuperar fuerzas. Todo el mundo era muy
cariñoso y nos sentimos muy a gusto en todo momento. El sitio es de estos
increíbles que no imaginas nunca que puedas estar, un claro en un alto entre
montañas con el río abajo, todo de árboles alrededor. En las noches hacía mucho
frío y no podíamos dormir, estábamos acurrucadas sobre una madera con varias
mantas que nos habían dejado.
Es una pena porque hay mucha desnutrición. Cada vez
tienen más difícil la pesca y la caza por la influencia de las petroleras y
otras empresas y por los colonos quechuas que llegan a la zona. Además con el
frío hay mucha tuberculosis y neumonía. Los niños eran monísimos y al principio
te miran con mucho recelo hasta que se van acercando.
Anoche llegamos a casa (Koribeni ya es nuestra casa) muy
cansadas, muy sucias, pero con una sensación de felicidad absoluta. Simplemente
estar en medio de esta naturaleza es un privilegio y una pasada.
Hoy ya tenemos muchos planes aquí, con las niñas,
bañarnos en el río, preparar lo de los profesores, y muchas cosas más. No
paramos un momento, pero estamos encantadas”