Julián Ángel Mansilla Escudero es un sacerdote diocesano
miembro de la OCSHA, la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana, nacido
en el manchego pueblo de Balazote, Albacete. Con 45 años de edad, ya lleva
varios como misionero en Guatemala, en el Vicariato Apostólico de El Petén.
Desde Albacete nos llega esta entrevista sobre su vida en la misión.
P/
¿Cómo es el trabajo en la Misión de Guatemala?
R/ En la
Misión, el trabajo pastoral en la parroquia va muy bien. El equipo parroquial
está muy animado. Hay unas monjas y laicos que trabajan en varios ámbitos. Allí
el curso pastoral es el año natural, se inicia el uno de enero en la escuela y
las parroquias. Sobre el país, todo sigue igual. Hace falta algún cambio
inesperado como la caída del Muro de Berlín para que de verdad el país de un
salto adelante.
P/¿En
qué consiste su trabajo allí?
R/ Soy
misionero y sacerdote. Por eso el trabajo allí es el de una parroquia normal.
Al igual que en España el trabajo tiene tres partes: la Sacramental-litúrgica,
la parte de evangelización o catequesis y formación cristiana y luego está la
social. Allí, por las coyunturas del país –la parte social – hay que
desarrollarla más. A pesar de ello, uno no se convierte en una especie de
cooperante de una ONG. Es una parroquia, con su cura, hay unas monjas y unos
laicos, hombres y mujeres, con mucha vocación que atienden la necesidad de
allí.
P/¿Se
necesitan misioneros?
R/ La Iglesia
nació para la Misión. Es impensable no compartir, no solo el dinero, sino
personas que se entreguen y vayan a compartir su fe, lo bueno que tenemos
compartirlo con otros y traer lo bueno que tienen ellos. La Misión también nos
enriquece aquí ya que es un mutuo compartir. La Iglesia es Misión.
P/
Comentas que a nosotros también nos enriquece, ¿Qué podemos aprender?
R/ Lo primero
es decir que la realidad de allí es muy diferente. Es una población
jovencísima. La iglesia se llena de niños y gente joven, lo que cambia,
naturalmente, el aire de cualquier celebración. Podemos aprender ese trabajo
participativo y comunitario. Que no todo recaiga sobre la figura del cura. Una
de las cosas curiosas es que aquí muchas veces –en misa –se reza el ‘Gloria’ y
el ‘Santo’. Allí eso no se concibe, se canta siempre.
P/¿Qué
necesidades tenéis en Guatemala?
R/ La
pastoral social – comparable a Cáritas – toca seis puntos que podríamos
considerar claves: tema de Tierra, Educación, Mujer, Salud, Derechos Humanos y
Movilidad Humana. Con todo ello colabora el Obispado de Albacete con seis mil
euros anuales, la Delegación de Misiones hace otro aporte y particulares,
familia, amigos, alguna parroquia… En nuestra parroquia de allí trabajamos
especialmente el asunto de Tierra, Educación, Salud y Mujer. Tenemos como
proyecto terminar la casa de las monjas y organizar una oficina parroquial. El
año pasado terminamos unos dormitorios para la gente de las aldeas que viene a
formación. Estamos haciendo las literas, pero nos faltan las colchonetas.
P/
Uno de los principales problemas en la Tierra. ¿En qué consiste?
R/ El
problema de la Tierra está en la base de todo el conflicto social del país. Las
tierras están en manos de los caciques de antaño, que siguen siendo un poder
económico fuerte; los nuevos caciques; nuevos ricos y otros poderes fácticos
como altos mandos militares recompensados por sus méritos en la guerra civil –
guatemalteca – con grandes fincas y “narcos”; que tienen sobre el noventa por
ciento de la tierra. Además, la buena tierra, que se dedica a cultivos de palma
africana para agro combustibles. Aquí se ve como algo bonito, pero allí – éste
cultivo – es una tragedia. También se cultivan alimentos para exportación. Hay
casos en que estos caciques obligan y amenazan al propietario – de las pequeñas
tierras – e incluso los matan. Muchas veces no es así, sino que “van y le ponen
su fajo de billetes en la mesa al campesino que se muere de hambre él y su
familia. ‘Te compro la tierra’ y […] le falta tiempo para vender. Y con el
tiempo se queda sin dinero y sin tierra para vivir. Es una tragedia.