Pasados tres años del terremoto de Haití, sus
consecuencias todavía son visibles y están muy presentes en la vida diaria de
los haitianos. Por eso Infancia Misionera, una de las cuatro Obras Misionales
Pontificias, ha querido estar cerca de quienes son los más vulnerables en todas
las tragedias: los niños. Este año se han enviado 161.000 dólares a diversos
proyectos en Haití, a cargo sobre todo de misioneras que, como ocurre en estas
desgracias, estaban antes del terremoto, permanecieron allí y seguirán con el
pueblo haitiano cuando el terremoto de Haití sea un recuerdo más en la lista de
tragedias que sacuden los telediarios.
Uno de estos proyectos va dirigido a los aún más
vulnerables: los niños sordomudos. El Instituto “Marie-Louise de Jésus” en
Cap-Haitien, la segunda ciudad al norte del país, está a cargo de la Hijas de
la Sabiduría, una congregación francesa de religiosas con mucha presencia en
Haití, y que la componen verdaderas heroínas del amor a los demás… Porque al
lado del nombre de Sor Marie-Roseline Elias, de este centro de Cap-Haitien, se
podrían poner el de Sor Marie Thérèse Germain que está a cargo de un centro
para niños con retraso mental, en Jeremie, o el de Sor Rose-Andrée Fièvre, del
Instituto Montfort para niños sordos en Les Gonaives.
En el centro “Marie-Louise de Jésus” son 200 niños, un
tercio de los cuales vive en régimen de internado por ser de zonas alejadas de
Cap-Haitien. En el país más pobre de América las familias apenas pueden apoyar
a sus hijos, sobre todo si son sordomudos. Así que sólo aportan el 2% de los
gastos anuales. La ayuda de la Infancia Misionera ha ido destinada precisamente
a sus necesidades más básicas como son el alimento y el vestido.
El Instituto se abrió en los años ochenta y, desde
entonces, los niños acogidos han ido aumentando año tras año. El número de
alumnos por clase tiene que ser pequeño, como mucho una docena, para que la
enseñanza y la ayuda en su sordera pueda ser eficaz… Se trata de que además de
poder leer y escribir como una persona no sordomuda, aprendan un oficio. Por
eso, a los más mayores se les ofrece una formación profesional, porque, en
Haití, resulta indispensable tener una formación seria y una profesión. Según
informan las hermanas, los resultados son excelentes, e impresiona el relativo
silencio – una experiencia muy buena para quienes no están acostumbrado al
silencio obligado que sufren estos niños por su sordera.