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14 de marzo de 2013

José María Cantal Rivas desde Argelia relata su experiencia misionera en un país musulmán


El misionero José María Cantal Rivas, de los misioneros de África, lleva varios años como misionero en Argelia. En esta carta cuenta su experiencia misionera hablando desde el corazón y recordando las cosas que ha hecho por primera vez en su vida:
“Desde mi última carta me he dado cuenta de que hay muchas cosas que he hecho, por primera vez en mi vida, desde que estoy en Argelia. Es como si se me hubieran abierto los ojos de golpe al ver la suerte que tengo...
Acabo de cumplir los 45 años y, por primera vez en mi vida, me doy cuenta que he vivido más que mi padre (que en paz descanse) y me pregunto cuáles eran sus sentimientos, en que pensaba a mi edad y como hubiera sido mi vida si él hubiese estado vivo; como habría vivido mi madre (que en paz descanse) y como mis hermanos y yo viviríamos. Quién sabe, ¡tal vez con algún hermanito más! Me pongo a pensar en la influencia que tiene la familia, cercana o lejana, en nuestra vida y me lleno de agradecimiento al ver lo mucho que me han querido... parece ser que la familia sigue siendo, en todas las encuestas, lo que la gente más valora.
Me doy cuenta de que en este país tengo amigos. Pero sobre todo me doy cuenta, por primera vez, de la suerte que tengo de que formen parte de en mi vida. Son un regalo de Dios en este país; medio en broma medio en serio le decía a una amiga de Burundi: ‘¿Sabes que en Argelia hay 50.000 chinos, 200 burundeses y poco más de 1.000 españoles?’ Estadísticamente teníamos más probabilidades de encontrarme con un chino, pero si Dios ha cruzado nuestros caminos es que tiene un plan importante para nuestra amistad. Incluso Jesús, en la última cena, encontró tiempo para sus amigos y para decirles lo importantes que eran para Él.
Con esto de la crisis mundial, por primera vez en mi vida, a mí también me recortan el sueldo ‘por dos lados’: por uno cada vez menos gente da donativos ‘para misas’ (que es de lo que vivimos los curas-misioneros) y por otro lado, con la caída del euro, lo que llega aquí (equivalente de 5 euros al día) ahora vale menos. Pero esto me recuerda la divisa de mi ordenación: ‘Ha vivido como un hombre cualquiera’ (Fil 2,7) y también que por mucho que me quiten yo siempre tendré un techo...
Me he dado cuenta de que el verano pasado organicé, por primera vez en la historia de Argelia y en la historia de la Iglesia de este país, un campamento para jóvenes cristianos y musulmanes en el que cada día, al final de las actividades, pasábamos una hora en silencio unos junto a otros. Es la primera vez que este tipo de oración ‘interreligiosa’ entre jóvenes sube hasta el cielo desde Argelia y estoy un pelín emocionado al saber que he contribuido a la paz de este modo. En septiembre organizo la segunda sesión: ¿alguien se apunta?
Este año pasado he renovado mi pasaporte, por primera vez en mi vida porque no había más espacio libre de tan sellado que lo tenía... Creo que ya me conocen en el puesto fronterizo entre Argelia y Túnez ya que siempre viajo por carretera (el autobús es más barato que el avión... ya sabéis, la crisis...) aunque tarde 18 horas en llegar a destino. Estos viajen me hacen descubrir este mundo magrebí en el que las ‘primaveras’ pueden producir tanto jazmín como... ¡higos chumbos! Me doy cuenta de que para muchos de mis amigos argelinos soy un super privilegiado ya que muchos de ellos nunca han salido de su ciudad (en algunos casos ni siquiera de su barrio).
Viviendo en medio de musulmanes tomo conciencia, por primera vez en mi vida, de lo mucho que nos parecemos a las primeras comunidades cristianas del tiempo de los apóstoles: sin instituciones, sin reconocimiento social, sin prestigio alguno, con problemas legales, con una opinión pública que nos asimila a un peligro nacional (¡casi ná!)... y al mismo tiempo con gente que ve en Jesús una luz que antes no brillaba en sus vidas, que encuentran en El un ejemplo de amor por los pobres y de libertad interior, gente que confía tanto en Jesús que sus palabras son como órdenes y su deseo de justicia un modelo. Es como si en vez de sentirme pobre, me sintiera rico, muy rico; casi tanto que podría enriquecer a otros...
Y en este ambiente hace poco, por primera vez en mi vida, se me ocurrió compararme a S. Pablo (modestia aparte) ya que a mi también me toca visitar a las comunidades cristianas de esta parte de Mediterráneo, animarlas en sus proyectos, formar a sus miembros, buscar responsables, pelearme con el demonio para obtener misioneros (cada vez más difícil la obtención de visados para venir a Argelia), mandar como san Pablo cartas (pero yo ¡por correo electrónico!), apoyar las iniciativas de mis compañeros, rezar con ellos... Y estoy orgullosísimo de todo lo que mis compañeros Padres Blancos hacen en el Magreb (algunos de ellos llegaron aquí ¡antes de que yo naciera!).
Y al mismo tiempo, como cristiano que soy, me siento en paz cuando comparto sincera e íntimamente con aquellos musulmanes con los que la amistad es más profunda. Por primera vez, al ver un argelino que comparte conmigo he comprendido que para aportarle ‘algo’ lo que le diga debe ser aquello en lo que creo profundamente, sin ofender, pero sin dejar de decir ‘mi’ verdad, mi punto de vista, mi interpretación de la realidad... he visto que ‘mi’ verdad le enriquece como la suya me enriquece y me acuerdo a menudo de lo que decía Pierre Claverie, el asesinado obispo de Oran:
‘Descubrir al otro, Vivir con el otro, Escuchar al otro, Dejarse modelar por el otro, No significa perder su identidad, Renegar sus valores. Significa concebir una humanidad plural, No exclusiva...’
Me he dado cuenta de que es en Argelia donde, desde que tengo uso de razón, más veces he dicho y me han dicho: Te quiero. Por primera vez en mi vida me siento tan lleno de amor y de paz que no me da miedo ser mal interpretado ni ridiculizado. El amor hacia los demás es tan grandioso y nos humaniza tanto que no me extraña que la Biblia diga ‘Dios es amor’ (1 Jn 4, 8). Poder decirlo y poder oírlo es algo tan divino que es imposible que Dios esté ausente de este afecto, sobre todo si une aquellos que ‘el mundo’ parece querer dividir a toda costa: europeos, africanos, hombres, mujeres (con o sin velo), árabes, los que piensan igual y los que te cuestionan, los que te dan problemas y los que te apoyan, los que pasaron por tu vida y aquellos cuya vida tu atravesaste... Por cierto: ¿Alguien te ha dicho hoy: te quiero? Pues que sepas que ¡te quiero! (ahora te toca a ti decírselo a alguien, verás como tu jornada cambia de color)
In cha Allah (que ha dado la palabra ojalá) podré vivir todo esto con vosotros y con ellos un año más... si Dios quiere”