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(El párroco de Alagón, religiosa, Luis e Ildefonso (misionero) |
Durante estos
días de nuestro viaje a Zimbadwue hemos conocido la realidad
cruda y fría de la extrema pobreza, de la enfermedad y el desamparo, pero hemos
tenido la suerte de conocer la gran labor que, de forma callada y no exenta de
grandes sacrificios y privaciones, han desarrollado los misioneros en África.
Estos hombres y
mujeres, han sido y son allí la bandera de la iglesia, han sido y son el único
sostén de los pobres y desheredados de la tierra. Esas mujeres y hombres que
infatigablemente día a día están al lado del que sufre, del que no tiene voz,
del que soporta en silencio la injusticia y el abandono de los gobernantes que
tienen la obligación de protegerlos. Estos hombres y mujeres son, sin lugar a
dudas, los héroes de la iglesia. Hombres y mujeres que hemos conocido y con los
que hemos compartido tiempo, vivencias y sensaciones.
De manera más
intensa hemos vivido estos días en la casa de las Hijas del Calvario, monjas
nativas que han tomado el relevo y que dedican su vida íntegramente a los más
necesitados. Ellas nos han acompañado cada momento de este tiempo que hemos
pasado allí, siempre estarán en nuestros corazones. Ellas viven el evangelio
cada día y son ejemplo claro de lo que significa ser discípulo de Cristo.
En las gentes,
hemos conocido de cerca la dificultad de una vida de carencias, envuelta en la
alegría del que no necesita tanto como nosotros para ser feliz y que realmente
es feliz con lo poco que tiene. Hemos visto la sonrisa por todas partes y hemos
sentido sana envidia ante la generosidad de aquellas gentes que, sin tener casi
nada, te ofrecen lo poco que tienen. Hemos aprendido una lección que a veces
olvidamos, "No es más rico quien más tiene sino el que menos precisa".
Nos hemos dado
cuenta, que la sonrisa de un niño puede ser más reconfortante que el mayor
tesoro aunque se presente envuelta en harapos y con los pies descalzos. Hemos
sentido que el mensaje del evangelio de Cristo, es allí a diario la vida misma.
Que la humildad, la generosidad, la gratitud y la esperanza, son virtudes que
aquí están perdiendo su significado. Tenemos ahora más claro que nunca, que es
poco lo que allí podríamos aportar a sus vidas, pero que es mucho lo que podemos
hacer por ellos desde aquí.
Sentimos la
necesidad de luchar por concienciar a la gente para que su vida sea más digna y
evitarles en lo posible el sufrimiento físico. Este es el firme propósito que
traemos de allí y algo más que nos sale del alma y que con palabras de su
idioma natal, el Ndebele sentimos la necesidad de decir “siyabonga mculumculu” que
quiere decir “gracias al más grande de los grandes" por todo lo que
traemos en el corazón, regalo impagable de aquellas gentes que no tienen nada
material pero si muchos valores que aquí estamos perdiendo y que en ellos son
norma de vida.
Gregorio Martin Miguel y Luis Mateos
Azabal.
05/03/2013