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15 de marzo de 2013

Reflexiones a nuestro regreso de Zimbadwue


(El párroco de Alagón, religiosa, Luis e Ildefonso (misionero)
Durante estos días de nuestro viaje a Zimbadwue hemos conocido la realidad cruda y fría de la extrema pobreza, de la enfermedad y el desamparo, pero hemos tenido la suerte de conocer la gran labor que, de forma callada y no exenta de grandes sacrificios y privaciones, han desarrollado los misioneros en África.
Estos hombres y mujeres, han sido y son allí la bandera de la iglesia, han sido y son el único sostén de los pobres y desheredados de la tierra. Esas mujeres y hombres que infatigablemente día a día están al lado del que sufre, del que no tiene voz, del que soporta en silencio la injusticia y el abandono de los gobernantes que tienen la obligación de protegerlos. Estos hombres y mujeres son, sin lugar a dudas, los héroes de la iglesia. Hombres y mujeres que hemos conocido y con los que hemos compartido tiempo, vivencias y sensaciones.
De manera más intensa hemos vivido estos días en la casa de las Hijas del Calvario, monjas nativas que han tomado el relevo y que dedican su vida íntegramente a los más necesitados. Ellas nos han acompañado cada momento de este tiempo que hemos pasado allí, siempre estarán en nuestros corazones. Ellas viven el evangelio cada día y son ejemplo claro de lo que significa ser discípulo de Cristo.
En las gentes, hemos conocido de cerca la dificultad de una vida de carencias, envuelta en la alegría del que no necesita tanto como nosotros para ser feliz y que realmente es feliz con lo poco que tiene. Hemos visto la sonrisa por todas partes y hemos sentido sana envidia ante la generosidad de aquellas gentes que, sin tener casi nada, te ofrecen lo poco que tienen. Hemos aprendido una lección que a veces olvidamos, "No es más rico quien más tiene sino el que menos precisa".
Nos hemos dado cuenta, que la sonrisa de un niño puede ser más reconfortante que el mayor tesoro aunque se presente envuelta en harapos y con los pies descalzos. Hemos sentido que el mensaje del evangelio de Cristo, es allí a diario la vida misma. Que la humildad, la generosidad, la gratitud y la esperanza, son virtudes que aquí están perdiendo su significado. Tenemos ahora más claro que nunca, que es poco lo que allí podríamos aportar a sus vidas, pero que es mucho lo que podemos hacer por ellos desde aquí.
Sentimos la necesidad de luchar por concienciar a la gente para que su vida sea más digna y evitarles en lo posible el sufrimiento físico. Este es el firme propósito que traemos de allí y algo más que nos sale del alma y que con palabras de su idioma natal, el Ndebele sentimos la necesidad de decir “siyabonga mculumculu” que quiere decir “gracias al más grande de los grandes" por todo lo que traemos en el corazón, regalo impagable de aquellas gentes que no tienen nada material pero si muchos valores que aquí estamos perdiendo y que en ellos son norma de vida.

Gregorio Martin Miguel y Luis Mateos Azabal.
05/03/2013