
Abierto en 1914 en una granja a tres kilómetros al norte
de la ciudad de Ouidah, aquel primer seminario del entonces llamado Vicariato
de Dahomey sólo contaba con tres seminaristas bajo la dirección del padre
Antonin Gautier, un misionero de la Sociedad de Misiones Africanas. A esta
sociedad misionera se debe la evangelización de Benín, una evangelización que
había comenzado precisamente por la ciudad de Ouidah. Pronto, al empezar a
acoger a seminaristas de otros países de África, como Togo, Costa de Marfil y
Nigeria, el seminario se quedó pequeño.
En 1925, Mons. Steinmetz, vicario apostólico de Dahomey,
viajó a Roma, donde obtuvo la financiación de la Obra de San Pedro Apóstol, que
había sido declarada pontificia sólo tres años antes, en 1922. Con el apoyo
conjunto de la diócesis suiza de Saint Gall – que daría nombre al seminario – y
de San Pedro Apóstol – la capilla se dedicó a Santa Teresita de Lisieux, hacía
poco declarada patrona de las misiones, se inauguraba el nuevo edificio el 20
de julio de 1930. En su patio se puede ver todavía hoy la estatua de San Gal,
el patrono de la diócesis suiza que ayudó a su construcción y, en su capilla,
se encuentra enterrado uno de los estudiantes más destacados de Saint-Gall, el
cardenal Bernardin Gantin, cuya tumba visitó su amigo Benedicto XVI en su viaje
apostólico a Benín.
Hoy, el seminario de Saint-Gall de Ouidah cuenta con 152
seminaristas de todas las diócesis de Benín y la Obra de San Pedro Apóstol
sigue a su lado. En el 2011 se financió la nueva biblioteca con 50.000 euros y,
cada año, el seminario cuenta con 90.000 euros que le aportan las Obras
Misionales Pontificias para la manutención y formación de los seminaristas.
Durante una de las tribunas libres de este reciente
simposio desarrollado en el seminario los padres Etienne Soglo y Alphonse
Quenum recordaban a los presentes que el centenario del seminario exige el
deber de recordar el pasado, un pasado que ha hecho posible que en Benín haya
casi tres millones de católicos