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22 de abril de 2013

Una Iglesia sobre las aguas. La misión de St. Michael en Eluru, India


12 metros de largo, 6 metros de ancho, edificada sobre pilotes, como si fueran zancos… porque aunque la zona donde se enclava la misión de St. Michael es desértica, el río, a pocos metros, se desborda en época de lluvias… Así será la Iglesia capilla de esta comunidad. La Conferencia Episcopal Española ha enviado 7.000 euros, pero serán los mismos fieles quienes pongan en pie, textualmente, su propia iglesia.
En noviembre de 2010, el obispo de Eluru le pedía al padre Vijayakumar Yadala que se hiciera cargo de la Misión de St. Michael. La diócesis de Eluru está en costa este de la India y abarca esta zona donde se encuentra la misión, remota y rural, habitada por tribus, que viven en condiciones casi de vida primitiva. Sufren los largos periodos de sequía, las aguas torrenciales, la falta de alimento y acceso a agua potable, la ausencia total de medicinas, electricidad, carreteras.
St. Michael cubre un “mandal” entero, el equivalente a un distrito en otros países, por lo que engloba 15 aldeas con católicos. Tras trabajar desde hace 2 años con ellos, el padre Yadala cuenta su experiencia: “Las casas – conocidas como hut - están construidas de forma temporal y apenas duran. He visitado sus hogares y he compartido su comida, y esto momentos han sido de los más felices de mi vida”. También ha sentido el entusiasmo por la fe de esta comunidad que quiere tener su Iglesia en pie a pesar de la fragilidad de sus hogares.
Según cuenta el sacerdote, cuando hace 50 años llegaron misioneros italianos a la zona, hubo muchísimas conversiones, no tanto por la predicación de estos misioneros. Lo que les atrajo de los misioneros fue “su forma de vivir con ellos y trabajar con ellos y ser uno más”. Ahora es una comunidad cristiana, pequeña y pobre, pero que vive su fe con vitalidad y quiere tener su espacio para orar, celebrar, compartir y transmitir su fe.
Cada año se construyen en la India, decenas de estas capillas. Con pocos medios materiales, el trabajo de los cristianos, el apoyo de sus sacerdotes y catequistas y alguna ayuda económica de fuera, estas comunidades logran su objetivo de tener su propio espacio para vivir la fe con alegría. Nunca con tan poco se ha conseguido tanto.