En la Santa Misa celebrada en la Plaza de San Pedro, el
pasado domingo 5 de mayo, con ocasión de la Jornada de las Cofradías y de la
Piedad Popular, el Santo Padre Francisco animaba a las hermandades y a los
miembros de estas cofradías a tener autenticidad evangélica, eclesialidad y
ardor misionero. Un ardor misionero, una misionariedad, que el Papa, en la
homilía de la Misa, considera que se ve en las múltiples manifestaciones que
tiene la piedad popular a la hora de transmitir el mensaje evangélico:
“Tenéis una misión específica e importante, que es
mantener viva la relación entre la fe y las culturas de los pueblos a los que
pertenecéis, y lo hacéis a través de la piedad popular. Cuando, por ejemplo,
lleváis en procesión el crucifijo con tanta veneración y tanto amor al Señor,
no hacéis únicamente un gesto externo; indicáis la centralidad del Misterio
Pascual del Señor, de su Pasión, Muerte y Resurrección, que nos ha redimido; e
indicáis, primero a vosotros mismos y también a la comunidad, que es necesario
seguir a Cristo en el camino concreto de la vida para que nos transforme. Del
mismo modo, cuando manifestáis la profunda devoción a la Virgen María, señaláis
al más alto logro de la existencia cristiana, a Aquella que por su fe y su
obediencia a la voluntad de Dios, así como por la meditación de las palabras y
las obras de Jesús, es la perfecta discípula del Señor. Esta fe, que nace de la
escucha de la Palabra de Dios, vosotros la manifestáis en formas que incluyen
los sentidos, los afectos, los símbolos de las diferentes culturas... Y,
haciéndolo así, ayudáis a transmitirla a la gente, y especialmente a los
sencillos, a los que Jesús llama en el Evangelio ‘los pequeños’. En efecto, ‘el
caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones de
la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí
mismo un gesto evangelizador’ (Documento de Aparecida, 264). Cuando vais a los
santuarios, cuando lleváis a la familia, a vuestros hijos, hacéis una verdadera
obra evangelizadora. Es necesario seguir por este camino. Sed también vosotros
auténticos evangelizadores. Que vuestras iniciativas sean ‘puentes’, senderos
para llevar a Cristo, para caminar con Él. Y, con este espíritu, estad siempre
atentos a la caridad. Cada cristiano y cada comunidad es misionera en la medida
en que lleva y vive el Evangelio, y da testimonio del amor de Dios por todos,
especialmente por quien se encuentra en dificultad. Sed misioneros del amor y
de la ternura de Dios. Sed misioneros de la misericordia de Dios, que siempre
nos perdona, nos espera siempre y nos ama tanto. Autenticidad evangélica,
eclesialidad, ardor misionero. Tres palabras, no las olvidéis: Autenticidad
evangélica, eclesialidad, ardor misionero. Pidamos al Señor que oriente siempre
nuestra mente y nuestro corazón hacia Él, como piedras vivas de la Iglesia,
para que todas nuestras actividades, toda nuestra vida cristiana, sea un
testimonio luminoso de su misericordia y de su amor. Así caminaremos hacia la
meta de nuestra peregrinación terrena, hacia ese santuario tan hermoso, hacia
la Jerusalén del cielo. Allí ya no hay ningún templo: Dios mismo y el Cordero
son su templo; y la luz del sol y la luna ceden su puesto a la gloria del
Altísimo”