
Esta es la carta que Mons. Francisco le escribió tras su
fallecimiento:
“Querido D. Félix: Recuerdo con afecto y con añoranza mi
amistad contigo y tus visitas desde Brasil. Siempre te acercabas para saludarme
y darme un abrazo fraternal.
Cuando nos escribió el Obispo de tu Diócesis, en el
corazón de Brasil, y nos comunicaba tu fallecimiento y también tu deseo de ser
enterrado donde habías realizado tu ministerio sacerdotal, recordaba la frase
del P. Llorente, enterrado también entre los que había entregado su vida: ‘En
la vida y en la muerte somos de los que amamos’.
Así ha transcurrido tu vida. Entre los pobres, más
pobres. Aquellos, que hace muchos años tu vocación de misionero, te llevó a
dejarlo todo por servir en aquel continente de la esperanza a todas las
personas que el Señor ponía en tu camino, ara llevarles el amor de Jesús. Por
ser misionero, siempre fuiste sembrador de alegría, la alegría de Jesús.
No fue fácil tu vida, como no es fácil la vida de
cualquier misionero, de cualquier sacerdote. Nunca fue ni es fácil una vocación
de ‘dar la vida’ en una sociedad que cuantas veces te habrán dicho ‘Para qué irse
tan lejos cuando hace tanta falta aquí’. Aquello a ti no te convencía porque
nuestra vida cuando se pone en sintonía con el Señor siempre nos lleva a
‘Evangelizar a los que sufren’. Cuando no damos a Jesús todavía hacemos más
pobres a los pueblos y a la gente que busca en Jesús todo aquello que está en
el corazón humano: de deseo de justicia, de paz, de fraternidad. Todo esto lo
encarna y tiene un nombre concreto: Jesús, al que los misioneros, como tú,
entregan su vida hasta el final.
Celebré en la Parroquia de Santiago, donde habías
ejercido tus primicias sacerdotales. Allí estaban muchos de tus hermanos
sacerdotes, de tu familia, de tus amigos, de la gente de Cáceres y de los
lugares claves en tu vida. Celebramos la Misa por ti y pedimos al Señor que te
haya acogido en su seno ‘como al servidor bueno y fiel’. Pedimos que tú también
le pidas a Dios que alguien venga a ocupar el puesto que tú has dejado. Pensaba
en el puesto que dejas y también pensaba en tantas necesidades como tenemos en
nuestra Diócesis. Pedimos para que el Señor nos conceda abundantes vocaciones
misioneras y vocaciones a la vida sacerdotal. Estamos seguros, que así será y
en este Año de la Fe, hacemos un acto de confianza, cuanto más es nuestra
pobreza.
Querido Don Félix, desde donde estás ruega al Señor por
tu querida Diócesis del Brasil y tu querida Diócesis de origen de
Coria-Cáceres. Sin ti somos más pobres, pero confiamos en que el Señor nos
bendiga con abundantes vocaciones.
Una Iglesia Diocesana que se abre a las vocaciones misioneras,
sabemos que el Señor nos bendice con creces. La vocación misionera no nos quita
nada sino que nos recuerda que toda la Iglesia debe ser misionera y que cuanto
más generosos seamos, más recibiremos la bendición del Amor del Señor.
Allí estaba tu querida familia, tus hermanos. Tu corazón
sacerdotal estaba siempre abierto como el Corazón de Cristo para servir a
todos. Gracias por tu testimonio de fidelidad hasta el final.
Te llevamos siempre en el corazón. ¡Descansa en paz!
La Iglesia Diocesana de Coria-Cáceres con su Obispo a la
cabeza, quiere agradecer a Dios el don de tu vocación misionera y sacerdotal.
Desde aquí hago una llamada a que sean muchos los que abran su corazón a la
llamada del Señor. ¿Por qué no tú, que puedes estar leyendo esta carta?”.