Con motivo de la celebración del Día del Misionero
Diocesano que se celebró en Madrid el domingo 12 de mayo, el cardenal-arzobispo
de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, escribe a los padres y familiares de los
misioneros madrileños agradeciéndoles su generosidad y amor a la Iglesia y a la
Misión.
“Hemos vivido con mucha intensidad todo este Tiempo
Pascual, contemplando al Señor que comparte con sus discípulos momentos
entrañables llenos de la alegría y la esperanza que sólo Dios puede dar a los
hombres, y llega ahora el momento, el de su Ascensión a los cielos, de dejar
este mundo y retornar al Padre, pero no nos deja solos. Él sigue con nosotros
‘todos los días hasta el fin del mundo’. Sí, el Señor está con nosotros, y en
primer lugar en la Eucaristía; está con nosotros en la Iglesia, en su
Palabra... Abandona el mundo, pero no abandona a los suyos. Se entregó por
nosotros y ya no puede olvidarse de aquellos a quienes ha rescatado con su
sangre.
Jesús se entregó, día a día, mientras vivió en carne
mortal, y de modo especial en la Cruz, desde donde reúne a todos los hijos de
Dios que estaban dispersos por el mundo. Hoy se sigue entregando por todos y
cada uno de nosotros, y lo hace a través de su Iglesia, de sus sacerdotes, de
sus consagrados, de sus misioneros. ‘Lo han entregado todo’, como reza el lema
de la Jornada de nuestros misioneros madrileños de este año 2013, que
celebramos este domingo 12 de mayo, solemnidad de la Ascensión del Señor. Por
eso, en este día, queridas familias de nuestros misioneros, no puedo dejar de
dar gracias a Dios por la vocación de los vuestros, que son los del Señor: los
que, como Cristo, lo han abandonado todo y le hacen presente a Él en tantos
lugares de la tierra. Los recuerdo con afecto, pido a Dios por ellos y sus
necesidades, pero sobre todo doy gracias al Señor por la vida de cada uno de
ellos. ¡Su vida es un regalo para el mundo y para la Iglesia!
Y no puedo dejar de dar gracias a Dios también por
vosotros. Pues, a vosotros, también el Señor os ha pedido ese sacrificio:
entregar a vuestro hijo, hermano o familiar al servicio del Evangelio, para
llevar la Palabra y la Presencia de Cristo hasta los confines de la tierra, y
renunciar a su presencia y compañía. También a vosotros se os ha pedido que ‘lo
entreguéis todo’. Sí, también vosotros estáis invitados a ‘olvidaros de
vosotros mismos, coger la cruz y seguir al Señor’. Muchas veces es una renuncia
que cuesta. Pero siempre es una gran alegría saber el bien que ellos, de modo
silencioso y poco brillante a los ojos del mundo, están haciendo dando
esperanza, luz, alegría y amor en los diferentes apostolados en los que están
trabajando. Os doy las gracias, de todo corazón, y sabed que contáis con mi
oración y afecto.
Recibid mi saludo cariñoso, al tiempo que os encomiendo a
la Reina de las Misiones, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Almudena,
para que, con su ejemplo e intercesión, os ayude en vuestra entrega al Señor,
con la certeza de que Él nunca se deja ganar en generosidad. Y encomendadme
también vosotros a mí, y a nuestra diócesis, en este primer año de la
‘Misión-Madrid’ en vuestras oraciones”