
Junto con los dos misioneros, estuvo Xabier Parra,
responsable de los proyectos de colaboración de los capuchinos que continúan la
labor iniciada por Mons. Labaka. Este joven navarro explica que tuvo diversas
experiencias de voluntariado que corroboraron su idea de hacer algo diferente.
“Estudié sociología y empecé a opositar, pero no me encontraba a gusto. Me fui
a la Amazonía para un año y me quedé casi cinco. Viví allí realizando proyectos
del vicariato de la pastoral de minorías, que es una de las líneas que con más
fuerza impulsó Alejandro Labaka. Me quedé porque era lo que en realidad me
gustaba”, cuenta en una entrevista.
Sobre el recuerdo de Alejandro Labaka que guardan los
indígenas explica que una gran mayoría de los huaorani son menores de 18 años
por lo que han conocido su labor gracias a la tradición oral. “Sin embargo, en
la provincia de Orellana, perduran aún varios proyectos iniciados por él. Por
ejemplo, se vedó una porción de territorio a la entrada de petróleo y hoy en
día es una reserva para los indígenas aislados. Queda el legado de sus
escritos, que hablaban de planificar la política estatal para que los pueblos
indígenas pudieran desarrollarse igual que los demás habitantes. En el vicariato
ha quedado una mística y una forma de trabajar especial que ha ido dando sus
frutos tras la muerte de Alejandro”.
Según cuenta Xabier, la población autóctona vive una
realidad compleja que cabalga entre una vida ancestral o más relacionada con la
naturaleza y otra, ligada a una sociedad que se les ha impuesto. “No se les ha
dejado decidir. Alejandro siempre reivindicaba sus derechos por encima de los
intereses de las petroleras”.
“Hace dos semanas –explica- hubo un derrame de petróleo
al río. Unos 500 km. están contaminados y una provincia entera está sin agua.
Estas situaciones generan muchas tensiones entre los grupos aislados. Hace poco
hubo una matanza entre ellos. Se quieren imponer unas reglas culturales y una
realidad sin haber dado una cultura de paz al pueblo”.