El misionero español Alberto Cisneros colabora en la Casa
padre Wasson en Nicaragua, uno de los hogares que la institución “Nuestros
Pequeños Hermanos”, NPH, dedica a albergar a niños socialmente desprotegidos.
Este joven sacerdote comparte lo acontecido allí en los últimos días. Sólo en
la ciudad de Managua, la capital, más de 5.000 niños pasan la mayor parte del
día por las calles limpiando zapatos, vendiendo chicles o simplemente
vagabundeando.
“Con las lluvias nos llegó la explosión de vida. La
casa, después de los diferentes incendios que sufrimos, vuelve a reverdear. Es
el milagro del agua en este país, de estar todo seco pasamos a verlo todo verde
de nuevo en unos días. Los campos de frijol ya están sembrados y nacidos, así
que si tenemos buena cosecha no nos faltarán las habichuelas durante todo el
año. Los tomates, los pimientos, las sandías están dando su fruto, el agua nos
trae vida. Aunque los huracanes también toman acto de presencia y arrasan con
todo, pero gracias a Dios no ha habido este año por ahora, aunque apenas
estamos comenzando el invierno y se han previsto algunos.
También han llegado mis padres a compartir unas semanas
con nosotros; lo que hace el amor que se embarcan en tal empresa solo para ver
a su hijo y lo que está haciendo; nunca seremos con los padres lo
suficientemente agradecidos. Han conocido a sus 350 nietos, se han convertido
en los abuelos de la casa.
Pero lo que realmente quería contaros es la llegada de 9
nuevos miembros a la familia. Oscilan entre los 2 añitos y los 12 años. Cinco
de ellos son hermanos, el mayor había dejado de ir a clase para atender a sus
hermanos, se hacía cargo de la comida, la lavada y el cuido de todos ellos. Su
papá salía cada mañana a trabajar al campo como trabajador para un hacendado de
caña y no regresaba hasta por la tarde, pero el sueldo apenas les llegaba para
comer. La casa, por llamarla de alguna manera, estaba en condiciones
infrahumanas. Gracias a Dios sólo tienen anemia y parásitos, pues es fácil que
hubieran venido con hepatitis u otras cosas mucho más serias. La mamá… marchó,
nosotros no somos quién para juzgar, en manos de Dios la ponemos. Los niños son
siempre las víctimas de las acciones de los adultos, pero gracias a Dios tienen
una respuesta de amor y seguridad con nosotros.
Los otros 4 vivían en miseria en las faldas del volcán
Mombacho, a cargo de la abuelita que no puede hacerse responsable de ellos. No
sabían lo que era un baño, preguntaban por dónde salía el agua de la ducha, ni
siquiera habían tenido una cama pues dormían en el piso. Cuánto sufrimiento
fruto de un mundo insolidario que mira para otro lado mientras inocentes
malviven o mueren. El pecado personal y social arrastra, como consecuencia, a
los más indefensos.
Pero lo que más me impresiona es la capacidad de
adaptación de estos niños. Cómo todos los hermanos que llevan aquí más tiempo
se vuelcan y solidarizan con el dolor de los recién llegados. Cómo en la casa
se hace fiesta porque la familia crece y hemos rescatado a más niños del dolor
y el abandono. Apenas llevan una semana con nosotros y ríen, juegan… como si
siempre hubieran estado con nosotros. Ahora hay que buscar padrinos para ellos,
para ayudar a mantenerlos, así que si alguno se siente tocado se ponga en
contacto con la oficina de NPH en Barcelona para tramitar todo, yo os prometo
cuidarlos con mi vida. Por esto estoy aquí y por esto Dios me trajo hasta este
lugar, para darle gloria y cuidarlo en sus pequeños.
También llegó ayer Jerry Pineda, un hijo de 15 años que
en Navidades había decidido salir y regresar a ‘su familia natural’, pero
después de 6 meses pedía volver a entrar en NPH. Suele ser normal esto porque
buscan siempre sus raíces, la sangre tira, pero no siempre son aceptados o
pueden brindarles condiciones de seguridad, y regresan buscando el amor en el
que crecieron con nosotros.
Como veis hoy os hablo de llegadas, espero que lo que os
envío os llegue también al corazón. Una vez más gracias por vuestro cariño y
apoyo, por ayudarme a dar vida y cuidar la vida de mis pequeños hijos. Dejaros
llevar por la voz del corazón que os guiará hasta el Amor”.
NPH nació en 1954, cuando un niño fue arrestado por robar
la caja de limosnas de una parroquia en Cuernavaca, Morelos, México. Un joven
sacerdote, de los Estados Unidos, el padre William Wasson, no presentó denuncia
alguna contra el chico. En lugar de hacerlo pidió la custodia del muchacho. Una
semana después el juez le mandó ocho muchachos desamparados más. Al final del
año, ya había 32 niños, y así nació "Nuestros Pequeños Hermanos”. Más de
17.900 niños se han criado en esta familia de NPH, que ahora tiene casas en
nueve países: México, Honduras, Haití, Nicaragua, Guatemala, El Salvador,
República Dominicana, Perú y Bolivia. En la actualidad más de 3300 niños son
cuidados en un ambiente de amor y seguridad