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23 de agosto de 2013

“La familia crece y hemos rescatado a más niños del dolor y el abandono”: Alberto Cisneros desde Nicaragua


El misionero español Alberto Cisneros colabora en la Casa padre Wasson en Nicaragua, uno de los hogares que la institución “Nuestros Pequeños Hermanos”, NPH, dedica a albergar a niños socialmente desprotegidos. Este joven sacerdote comparte lo acontecido allí en los últimos días. Sólo en la ciudad de Managua, la capital, más de 5.000 niños pasan la mayor parte del día por las calles limpiando zapatos, vendiendo chicles o simplemente vagabundeando.
 “Con las lluvias nos llegó la explosión de vida. La casa, después de los diferentes incendios que sufrimos, vuelve a reverdear. Es el milagro del agua en este país, de estar todo seco pasamos a verlo todo verde de nuevo en unos días. Los campos de frijol ya están sembrados y nacidos, así que si tenemos buena cosecha no nos faltarán las habichuelas durante todo el año. Los tomates, los pimientos, las sandías están dando su fruto, el agua nos trae vida. Aunque los huracanes también toman acto de presencia y arrasan con todo, pero gracias a Dios no ha habido este año por ahora, aunque apenas estamos comenzando el invierno y se han previsto algunos.
También han llegado mis padres a compartir unas semanas con nosotros; lo que hace el amor que se embarcan en tal empresa solo para ver a su hijo y lo que está haciendo; nunca seremos con los padres lo suficientemente agradecidos. Han conocido a sus 350 nietos, se han convertido en los abuelos de la casa.
Pero lo que realmente quería contaros es la llegada de 9 nuevos miembros a la familia. Oscilan entre los 2 añitos y los 12 años. Cinco de ellos son hermanos, el mayor había dejado de ir a clase para atender a sus hermanos, se hacía cargo de la comida, la lavada y el cuido de todos ellos. Su papá salía cada mañana a trabajar al campo como trabajador para un hacendado de caña y no regresaba hasta por la tarde, pero el sueldo apenas les llegaba para comer. La casa, por llamarla de alguna manera, estaba en condiciones infrahumanas. Gracias a Dios sólo tienen anemia y parásitos, pues es fácil que hubieran venido con hepatitis u otras cosas mucho más serias. La mamá… marchó, nosotros no somos quién para juzgar, en manos de Dios la ponemos. Los niños son siempre las víctimas de las acciones de los adultos, pero gracias a Dios tienen una respuesta de amor y seguridad con nosotros.
Los otros 4 vivían en miseria en las faldas del volcán Mombacho, a cargo de la abuelita que no puede hacerse responsable de ellos. No sabían lo que era un baño, preguntaban por dónde salía el agua de la ducha, ni siquiera habían tenido una cama pues dormían en el piso. Cuánto sufrimiento fruto de un mundo insolidario que mira para otro lado mientras inocentes malviven o mueren. El pecado personal y social arrastra, como consecuencia, a los más indefensos.
Pero lo que más me impresiona es la capacidad de adaptación de estos niños. Cómo todos los hermanos que llevan aquí más tiempo se vuelcan y solidarizan con el dolor de los recién llegados. Cómo en la casa se hace fiesta porque la familia crece y hemos rescatado a más niños del dolor y el abandono. Apenas llevan una semana con nosotros y ríen, juegan… como si siempre hubieran estado con nosotros. Ahora hay que buscar padrinos para ellos, para ayudar a mantenerlos, así que si alguno se siente tocado se ponga en contacto con la oficina de NPH en Barcelona para tramitar todo, yo os prometo cuidarlos con mi vida. Por esto estoy aquí y por esto Dios me trajo hasta este lugar, para darle gloria y cuidarlo en sus pequeños.
También llegó ayer Jerry Pineda, un hijo de 15 años que en Navidades había decidido salir y regresar a ‘su familia natural’, pero después de 6 meses pedía volver a entrar en NPH. Suele ser normal esto porque buscan siempre sus raíces, la sangre tira, pero no siempre son aceptados o pueden brindarles condiciones de seguridad, y regresan buscando el amor en el que crecieron con nosotros.
Como veis hoy os hablo de llegadas, espero que lo que os envío os llegue también al corazón. Una vez más gracias por vuestro cariño y apoyo, por ayudarme a dar vida y cuidar la vida de mis pequeños hijos. Dejaros llevar por la voz del corazón que os guiará hasta el Amor”.
NPH nació en 1954, cuando un niño fue arrestado por robar la caja de limosnas de una parroquia en Cuernavaca, Morelos, México. Un joven sacerdote, de los Estados Unidos, el padre William Wasson, no presentó denuncia alguna contra el chico. En lugar de hacerlo pidió la custodia del muchacho. Una semana después el juez le mandó ocho muchachos desamparados más. Al final del año, ya había 32 niños, y así nació "Nuestros Pequeños Hermanos”. Más de 17.900 niños se han criado en esta familia de NPH, que ahora tiene casas en nueve países: México, Honduras, Haití, Nicaragua, Guatemala, El Salvador, República Dominicana, Perú y Bolivia. En la actualidad más de 3300 niños son cuidados en un ambiente de amor y seguridad