
Cuenta esta misionera angoleña que conoció a las
hermanas Misioneras de Acción Parroquial desde pequeña, en su pueblo,
donde había una misión. Cuando cumplió 13 años planteó a su madre que quería
ser como las Hermanas de la misión “alegres, cariñosas, especialmente con los
más pobres, con los enfermos...” Pero Cristina tuvo que irse a vivir a otra
ciudad “porque donde vivíamos había guerra. Mi padre era profesor. En aquel
tiempo en mi pueblo perseguían a muerte, a los profesores. Nos fuimos de noche
todos en un camión, y allí se quedó todo; apenas llevamos un poco de
comida y ropa. Tuvimos que empezar de cero. Nos quedamos si nada, pero
confiamos en la providencia de Dios, que es muy grande. Mi padre encontró
trabajo enseguida y también casa. En esa nueva ciudad, Lubango, me encontré con
una amiga, que iba casi todos los domingos a la casa de las hermanas a
participar en la formación de las jóvenes, que querían ser religiosas. Mi amiga
me invitó a participar en estos encuentros y me encontré con enorme sorpresa y
alegría que eran las mismas Hermanas que conocí en mi pueblo”. Después de algún
tiempo entró en la congregación “estoy muy feliz por seguir a Jesús, sirviendo
a los demás. Estoy contenta también con la misión entre los jóvenes, que ahora
me ha confiado la congregación”.
La Congregación de las Hermanas Misioneras de Acción
Parroquial se fundó gracias al entusiasmo de la joven Genoveva Cuadrado, Madre
Inmaculada. Era el día 13 de Junio de 1939; al salir de la iglesia, por la
tarde, manifestó a sus amigas: ¿Por qué no podíamos fundar nosotras una nueva
Congregación Religiosa? Pronto quedaron todas contagiadas por su entusiasmo, e
inmediatamente se pusieron en contacto con su Párroco. Ellas deseaban consagrarse
a Dios en la vida religiosa, pero sin renunciar a las tareas de la Parroquia.
El 7 de Marzo de 1942 se reunieron en Segovia el grupo de nueve jóvenes que
iban a iniciar la fundación y así echó a andar. Actualmente están trabajando en
Brasil, Méjico, Venezuela, Chile, Angola, Mozambique y España.
Todos los años las Obras Misionales Pontificias, a través
de la Obra de San Pedro Apóstol, destinan recursos a la formación de
religiosas. Se pagan los gastos del primer año de noviciado de muchas
religiosas en países de misión. Por ejemplo, a Angola, de donde es la hermana
Cristina, se han enviado este año 12.600 dólares para ayudar en la formación de
45 novicias. La esperanza es que el ejemplo de Cristina sea seguido por muchas
jóvenes como ella de países de misión