En el encuentro de animadores misioneros celebrado en
Alicante hace unos días, el misionero Manolo Gutiérrez, desde la Parroquia
Nuestra Señora de Fátima de Lima, Perú, aportó el siguiente testimonio: “No
considero un gran testimonio lo que vivo, pero como lo que vivo me llena, hace
que cada día sea nuevo y me hace descubrir la cercanía de las personas y del
Señor Jesús…, sí, siento el gozo de narrarles algo de vida: hace trece años que
vivo en este desierto habitado. Sí, se trata de arenales a los que, por los
años setenta, empezaron a acudir familias muy pobres que acudían a la gran Lima
venidas de la selva y sierra, del Perú profundo y pobre. Venían en busca de una
vida mejor que, aún en la actualidad, no acaban de conseguir. La parroquia que
se me encomendó tenía, hace trece años, unos cien mil habitantes. Actualmente
se ha dividido en dos, lo que me ha supuesto un gran alivio porque se ha reducido
a unos cincuenta mil.
Desde el comienzo comenzamos a plantearnos en la
comunidad dos objetivos: la formación de comunidades cristianas y la respuesta
como Iglesia a las necesidades que sufren las familias. Actualmente contamos
con doce comunidades en formación en los distintos pueblos jóvenes de la
parroquia y que tienen las mismas o parecidas necesidades: pueblos, sin luz y
sin agua, con un solo centro médico del estado con escasos medios para la
salud, con cinco colegios estatales también con muy pocos medios, familias con
escasos ingresos (no llegan a los 200 euros mensuales las que tienen trabajo).
Abundan enfermedades como tuberculosis, cáncer de estómago, de piel,
infecciones…, el gran problema de desnutrición en los niños…y más cosas.
A esto hay que añadir el analfabetismo religioso,
supersticiones, curanderismos, brujerías… a los que se acude para gastar menos
en médicos y medicamentos… lo que nos dificulta mucho la labor pastoral. No me
extenderé más en describir la situación. En medio de todo esto la Iglesia, la
parroquia ¿qué respuesta está dando? Siguen siendo prioritarios los objetivos:
formación de laicos y pastoral social. En cuanto a la formación de laicos y
comunidades cristianas: se han creado grupos de pastoral en cada comunidad que
van asumiendo las tareas de catequesis a todos los niveles; formación para
grupos bíblicos; formación de los grupos de pastoral de salud; formación para
grupos de liturgia y celebrantes sin sacerdote, encuentros entre comunidades,
retiros… todo esto se va coordinando en el equipo parroquial de animación
pastoral.
La respuesta social: actualmente contamos con policlínico
parroquial para atender indigentes; con varios botiquines de salud en distintos
pueblos jóvenes; un comedor infantil con 180 niños-as de primaria y secundaria
donde les ofrecemos no solo el almuerzo del mediodía sino también apoyo escolar
en sus tareas; dos talleres de costura para sus madres que les generan unos
ingresos; una panadería que presta servicio de pan de calidad y que da trabajo
a cuatro familias.
Nuestros centros de culto o capillas: unas son de
esteras, otras son de adobe-barro; algunas ya casi las tienen construidas de
ladrillos y cemento… se van construyendo a base de actividades, bingos rifas,
venta de comidas y con mucho esfuerzo.
Bueno, todo es más complicado de lo que aquí describo
porque el día a día te da un montón de posibilidades con las personas cuando te
‘pierdes’ entre los asentamientos y te hundes con el carro en la arena o te
embarras caminando y te vas viendo con la gente que te saluda, te pide lo que
no tienes, te habla de sus necesidades, de la enfermad del hijo, del embarazo
de su hija de 14 o 15 años y abandonada, del esposo que ha abandonado la
familia, del cáncer que se le ha declarado a su esposa, del hospital que no
puede pagar… y llega un momento en que sientes la impotencia ante tanto dolor y
sufrimiento y llega al final del día y me encanta, al caer la tarde, ponerme
delante del Señor Jesús y llevarle lo vivido, lo acompañado… y lo confronto con
su Palabra que me habla, que me enseña y que de nuevo me envía al día siguiente
a seguir acompañando las vidas de estas personas que, a su vez, me hablan, me
enseñan a vivir sin tantas cosas y me agradecen que esté ahí aunque no pueda
solucionar mucho. Pero no intento más que eso, acompañar, compartir la vida con
ellos y agradecerles que ellos también estén ahí. Esto llena de sentido mi
vida.
Y la experiencia gozosa de las comunidades eclesiales de
base que van surgiendo y en las que ellos, los laicos, se sienten acogidos y
protagonistas. Creo que está siendo una respuesta evangelizadora que nos
permite una experiencia comunitaria y nos sirve para hacer entender que el
seguimiento de Jesús y el ser cristiano son en realidad una ‘buena noticia’.
Acabo. Esto es solo una partecita de lo que vivo. Espero
les ayude un poquito a celebrar ese encuentro. Agradezco que ustedes estén
reunidos. Que existan. Valoro mucho lo que hacen ustedes por las misiones. Sin
ustedes ahí, poco podríamos hacer nosotros acá. Hemos recibido ayuda material y
alentadora de algunos de sus grupos. Aprovecho la ocasión para enviar de nuevo
nuestro agradecimiento”