En la 66 Semana de Misionología de Burgos, el profesor de
la Facultad de Teología de Burgos, Carlos Izquierdo Yusta, desarrolló la
ponencia “Fe silenciada y excluida”, título inspirado en la Carta con motivo
del Año de la Fe “Porta Fidei” de Benedicto XVI. Un tema de gran actualidad
ante la reciente publicación de la Encíclica “Lumen Fidei”.
El profesor Izquierdo, haciendo un análisis de los
problemas de la fe y del creyente en el mundo occidental, subrayaba que “el
presupuesto de la fe y su transmisión intergeneracional dejan de ser obvios en
la esfera pública o en la vida en común”, de ahí que surjan contradicciones:
“Si la fe es comunitaria, es testimonio, es transformación social en Reino de
Dios, ¿cómo ubicarse, cómo actuar, dónde acudir… si ese tejido social ahora son
hilos sueltos y autónomos?”.
Habló, por eso, de la existencia de una crisis de fe,
tantas veces señalada en la última mitad del siglo XX, y una crisis cultural.
Una crisis que es “crisis de Dios que afectaba no sólo a la fe o a la Iglesia,
sino a la pretensión de verdad del Cristianismo en una sociedad post-moderna,
post-secularizada y post-cristiana”.
“Lo que antes era extraño, ateísmo, agnosticismo o
indiferencia”, señalaba Izquierdo Yusta, “ahora se ha convertido en ‘lo normal’
y ahora se cuestiona socialmente tanto a los creyentes como a la misma creencia
en Dios. A diferencia de épocas anteriores no se pone en duda un contenido
concreto, sino la verdad y posibilidad misma para el ser humano”.
Por eso entre otras cuestiones, planteaba los siguientes
puntos de reflexión: “En una sociedad plural, democrática, abierta, con
pretensión universal, ¿cómo responde el cristiano a la pretensión universalista
(católica) del mensaje de Jesucristo? (…) ¿Está condenado el creyente al
silencio si quiere hablar racionalmente? (…) Se puede hablar y trabajar por la
Alianza de Civilizaciones, donde el tema religioso es de primer orden y se
plantea desde la simetría, a la vez que se niega en el propio país la enseñanza
religiosa”.
El Estado liberal “exige a los creyentes que escindan su
identidad en una parte privada y en una parte pública. Los cristianos son los
que tienen que traducir sus convicciones religiosas a un lenguaje secular antes
de que sus argumentos tengan la perspectiva de encontrar el asentimiento de
mayorías. Hay muchos contenidos como lo tocante a creación y obtención de
sentido de la existencia donde los límites entre los argumentos seculares y los
argumentos religiosos son realmente difusos”.
Abogaba por un mutuo esfuerzo razón-religión que conduzca
a un proceso de mutuo aprendizaje. “Estas y otras cuestiones tal vez nos lleven
a decir que no sólo la razón debe vigilar los excesos de la religión, sino que
la religión debe hacer lo propio con la razón. Tan sencillo como que cada una
recuerde a la otra sus límites”.
Como resultado de estos planteamientos, el profesor
Izquierdo Yusta proponía ahondar en el sentido de justicia cristiano como
mediador entre el derecho y la cultura. Primero, a nivel institucional, entre
otras cosas, aumentando la calidad de las comunidades religiosas y fomentando
la atención personal; dirigiendo con criterios de eficacia pastoral el
patrimonio cultural, moral, espiritual de la Iglesia; ofreciendo nuevos
espacios e iniciativas en los espacios públicos de deliberación, como medios de
comunicación, asociaciones, partidos políticos… Y, a nivel individual, señalaba
la importancia del testimonio personal, porque “el riesgo principal del
Cristianismo no es el laicismo, sino el individualismo”. El Cristianismo “tiene
raíces, historia, experiencia, vida y mucho contenido. El testimonio individual
puede ser la mejor respuesta para recuperar la cuestión de Dios como nostalgia”






















































