El misionero Eugenio Sanz, hermano marista de Talavera de
la Reina, está en su tierra natal para descansar y visitar a su familia, pero
también para dar a conocer el nuevo proyecto que quiere llevar a cabo en su
misión de Bangladesh. "Queremos construir una escuela para los hijos
de los trabajadores de las plantaciones de té, una de las comunidades más
desfavorecidas del país", es la presentación de este talaverano.
Eugenio colabora de momento con una escuela católica que
enseña a niños de la tribu mandi, en la selva de Bangladesh, una comunidad
amenazada por la deforestación. Instalado en una casa de barro, como la mayoría
de la gente, ha ido madurando la idea de ayudar a las familias que
trabajan en otra parte del país, en las plantaciones del té. En unas declaraciones
a la Tribuna de Talavera cuenta que estas familias "son los últimos, de
los últimos, de los últimos, es la miseria pura"; un territorio sin apenas
atisbo de ayuda social y una fotografía repetida: casas de barro, techo de paja
y una sola habitación para una familia y sus animales.
Cuenta en este periódico local que el escollo de su
proyecto es el alto coste de la tierra: este país asiático tiene la misma
superficie que Andalucía y Extremadura juntas, pero suma 150 millones de
habitantes. Tiene como fecha límite el 27 de octubre para comprar el terreno, y
le faltan 150.000 euros. Los interesados pueden aportar donativos y, además,
está disponible la cuenta de la ONG SED, vinculada a los Maristas. Todo, para
levantar en la región de Sylhet, colindante con las plantaciones, una escuela
con diez aulas y un internado para 100 estudiantes.
"Las condiciones educativas resultan paupérrimas
porque, aunque existen escuelas repartidas por las plantaciones, las maestras
no están tituladas y no hay rastro de pupitres ni de libros. Así, gran parte de
los alumnos dejan la escuela primaria, y el resto no puede permitirse acudir a
la secundaria", explica Eugenio.
Este hermano marista talaverano está empeñado en buscar
ayuda para dar una educación a estas familias que viven en condiciones de
semiesclavitud en las plantaciones de té, donde ganan, con suerte, 0,50 euros
al día. "Un trabajador debe recoger un mínimo de 23 kilos diarios de hojas
de té para cobrar 48 takas (0,50 euros), y por debajo de esa cantidad no hay
paga. Hay que tener en cuenta que un kilo de arroz supone más de la mitad del
salario. Además, el sistema sólo permite trabajar a un miembro de la familia,
que es reemplazado únicamente cuando muere o tiene que retirarse por
enfermedad. De este modo, estas familias que fueron a parar allí desde la India
hace unos 150 años están abocadas a permanecer en las plantaciones; tanto, que
las leyes del Gobierno de Bangladesh no son válidas en estas explotaciones, que
cuentan con un régimen especial desde la época de la colonia británica",
ha explicado a la Tribuna de Talavera.
Eugenio Sanz acaba de cumplir 57 años, vivió cinco años
en la actual República Democrática del Congo y diez en Ruanda y, desde hace
seis años, trabaja en Bangladesh.