Desde la Delegación de Misiones de Astorga nos llega la
siguiente entrevista a la misionera en Ecuador Remedios Arias, una mujer dulce,
agradable y con sentido del humor. Ella misma se presenta y cuenta cómo es su
vida en aquel país.
- Me llamo
Remedios Arias, nací en Valdefrancos un pueblecito cerca de Ponferrada. A
los 17 años fui a trabajar a la Coruña; un familiar me puso en contacto con la
congregación Mariana que llevaban los Padres Jesuitas y me sentí muy bien,
participando en las actividades que allí se hacían, dentro de las cuales se
encontraban los Ejercicios Espirituales de tres días que los padres
organizaban. Allí sentí la llamada del Señor para ser religiosa y por medio de
una de mis compañeras conocí el Instituto Catequista Dolores Sopeña, en el cual
ingresé al año siguiente.
- ¿Algún recuerdo de tu infancia o juventud?
- Soy la
pequeña de cinco hermanos y tuve una infancia muy bonita. Lo que más recuerdo
de mi niñez fue la preparación que tuvimos para la primera comunión. Una de las
cosas que no olvido fue el día en que se nos explicó que todos somos hermanos;
eso quedó resonando en mi interior y despertó en mí el deseo de ayudar, de
servir, de hacer algo por los demás.
- ¿Dónde estás ahora, en qué trabajas, cuál es tu
misión?
- Me gustaría
contarles tantos momentos de encuentro con las personas desde mi 'ser
religiosa'. Por ejemplo, en el tiempo que viví en República Dominicana recuerdo
las visitas que hacíamos en barrios muy pobres y cómo las personas, desde lo
poco que tenían, nos recibían con tanto cariño y agradecimiento.
En una
ocasión encontramos un hombre tuberculoso abandonado por sus familiares a causa
de la enfermedad. Junto a otra compañera, lo llevamos a un hospital donde fue
atendido, y aunque no salió adelante, los últimos momentos de su vida los pasó
acompañado por nosotras, a las que sintió como su familia.
Actualmente,
en Ecuador, estoy a cargo de una casa de Espiritualidad, donde recibimos muchos
grupos que buscan un espacio donde encontrarse con el Señor. Desde aquí, a
través del servicio y la acogida, me voy realizando en la vocación que el Señor
me regaló.
- ¿Qué es lo fundamental para ti?
- Nuestro
carisma es 'hacer de todos los hombres una sola familia'; con este ideal
revisto todo mi dinamismo, y mi vida religiosa se podría resumir en la frase de
San Ignacio 'contemplativas en la acción', pues es mi vida de oración la que
sostiene todo el apostolado que realizo.
- ¿Cómo es tu gente?
- He
aprendido mucho de su sencillez y de su fe profunda. Son muy sensibles; no solo
lo veo en las expresiones de fe que manifiestan, sino que acogen con gratitud
cualquier gesto de cercanía que se les brinda.
- ¿Qué valoras más de los otros? ¿Qué recuerdas
con más cariño de lo vivido o lo aprendido?
- En la vida
comunitaria valoro la diversidad, el poder enriquecernos juntas y compartir
nuestra fe, la que podemos transmitir en nuestros campos de trabajo.
Lo que
recuerdo con cariño en estos años de vida religiosa es la gran apertura que he
encontrado en los lugares donde he vivido; he tenido la oportunidad de ser como
soy, de expresarme y sentirme acogida por mis hermanas, además de poder
formarme cada día.
-Algún mensaje que quieras dejarnos...
- Quisiera
expresar la alegría que he sentido en toda mi vida, al responder a esta
vocación a la que Dios me ha llamado. Vale la pena seguir al Señor y aunque,
como todo, tienes momentos buenos y otros no tan buenos, es el camino que a mí
me ha realizado como persona.
Ustedes hacen
un bonito equipo y quisiera resaltar la importancia de trabajar en equipo, pues
eso crea fraternidad. Gracias a Dios, esto lo puedo palpar en mi comunidad.
Sigan adelante con todo lo que tienen entre manos. Me encantó cómo me han
recibido, atendido y ayudado, no lo olvidaré nunca; muchas gracias y que Dios
los bendiga. Quisiera recordarles que no se olviden de comunicarse con los
amigos y familiares que los misioneros tenemos en España, para que colaboren
también con todo lo que ustedes hacen".