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7 de noviembre de 2013

Una religiosa congoleña, premio Nansen, por su labor a favor de los refugiados


Cada año ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, premia la labor de una persona o institución que haya destacado por su labor a favor de los refugiados. Es el premio Nansen, cuya ganadora de este año es la hermana Angélique Namaika. Esta monja congoleña trabaja en la región noreste de la República Democrática del Congo, con supervivientes de desplazamientos y abusos por parte del Ejército de Resistencia del Señor.
Esta religiosa agustina, a través de su Centro para la Reintegración y el Desarrollo, ha ayudado a transformar las vidas de más de 2.000 mujeres y niñas que han sido obligadas a huir de sus hogares y que han sufrido abusos, principalmente a manos del grupo rebelde LRA. Muchas de las mujeres a las que ha ayudado han sufrido secuestros, trabajos forzosos, apaleamientos, asesinatos, violaciones y otros abusos de derechos humanos.
Se calcula que actualmente unas 320.000 personas se encuentran desplazadas en la región de Dungu a causa de actividades relacionadas con el LRA o por la amenaza de ataques. La brutalidad del LRA es bien conocida y los testimonios de las mujeres relatan la terrorífica naturaleza de los abusos a los que se han visto sometidas.
El trabajo individualizado que realiza esta religiosa ayuda a las víctimas a recuperarse del trauma. Además de los abusos sufridos, estas mujeres y menores vulnerables a menudo se ven condenadas al ostracismo por sus propias familias y comunidades a causa de la difícil situación que han vivido. Se necesita un cuidado y tratamiento especial para ayudarlas a curar sus heridas y rehacer sus vidas.

La hermana Angélique también fue desplazada a causa de la violencia en 2009. Conoce de primera mano el dolor de tener que dejar todo atrás y, en parte, es esta experiencia lo que la empuja día tras día a recorrer kilómetros en bicicleta por sinuosos caminos llenos de socavones para llegar hasta quienes necesitan su ayuda. En esta aislada región del noreste de la República Democrática del Congo, la religiosa ha dedicado su vida a ayudar a mujeres y niñas desplazadas para que lleguen a ser autosuficientes y sean de nuevo aceptadas por sus comunidades.
Anteriormente conocido como “Medalla Nansen”, este premio fue instituido en homenaje al célebre explorador polar noruego Fridtjof Nansen, quien fue designado en 1921 como el primer Alto Comisionado para los Refugiados por la Liga de las Naciones, predecesora de las Naciones Unidas. La distinción Nansen para los refugiados, dotada con una medalla conmemorativa y un premio en metálico de 100.000 dólares, se otorga cada año a una persona u organización que se haya destacado por su trabajo en favor de los refugiados.