A principios de marzo tuvo lugar en la Pontificia
Universidad Antonianum de Roma, un simposio internacional sobre “la
administración de los bienes eclesiásticos de los Institutos de Vida Consagrada
y las Sociedades de Vida Apostólica al servicio de la humanidad y de la misión
de la Iglesia”.
El Papa Francisco les hacía llegar a los participantes un
mensaje en el que el tema de la pobreza, tan querido por el Papa, está muy
presente y en el que les llama “avanzadillas de la lucha contra la pobreza en
el mundo”.
“Nuestro tiempo”, explica el Papa, “se caracteriza por
cambios y avances de relieve en numerosos campos, con consecuencias importantes
para la vida de los hombres. Aún así, aunque se ha reducido la pobreza, los
logros conseguidos a menudo han contribuido a construir una economía de la
exclusión y de la iniquidad: ‘Hoy todo entra dentro del juego de la
competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más
débil’ (Evangelii gaudium, 53). Frente a la precariedad en la que vive la mayor
parte de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, como también frente a las
fragilidades espirituales y morales de tantas personas, en especial los
jóvenes, nos sentimos interpelados como comunidad cristiana”.
“Los institutos de vida consagrada y las sociedades de
vida apostólica han sido siempre voz profética y testimonio vivo de la novedad
que es Cristo, de la conformación con Aquel que se ha hecho pobre
enriqueciéndonos con su pobreza. Esta pobreza amorosa es solidaridad,
condivisión y caridad y se expresa en la sobriedad, en la búsqueda de la
justicia y en la alegría de lo esencial, para estar en guardia contra los
ídolos materiales que ofuscan el sentido auténtico de la vida”.
“No sirve una pobreza teórica, sino la pobreza que se
aprende tocando la carne de Cristo pobre, en los humildes, en los pobres, en
los enfermos, en los niños. Sois todavía hoy, para la Iglesia y para el mundo,
las avanzadillas de la atención a todos los pobres y a todas las miserias,
materiales, morales y espirituales, como superación de todo egoísmo en la
lógica del Evangelio que enseña a confiar en la Providencia de Dios”