La ONU, Organización de las Naciones Unidas, ha concedido
un diploma “honoris causa” al misionero italiano padre Federico Trinchero, por
su labor en la crisis de la República Centroafricana. Este misionero, superior
del convento que los carmelitas descalzos tienen en Bangui, la capital,
comparte su vida con los más necesitados y los refugiados, la mayoría mujeres y
niños sin nada, que, como siempre dice, le están ayudando a vivir el Evangelio.
“La vida de nuestro campo de refugiados en Bangui,
República Centroafricana, sigue el ritmo de las estaciones y de los tiempos
litúrgicos. Con ocasión del Miércoles de Ceniza nuestros fieles han superado,
en cuanto a número, celo y devoción, a los habitantes de Nínive después de la
predicación de Jonás. Hasta hace pocos días el número de nuestros refugiados se
había estabilizado en torno a los cinco mil. Pero, desde el momento en que en
los diversos barrios de Bangui se dispara aún, la gente, incluso la que había
intentado volver, con frecuencia se ve obligada a volver entre nosotros.
Actualmente podría haber alrededor de quince mil personas, el 40% de ellas por
debajo de los quince años. En Bangui los sitios que acogen refugiados son aún
cincuenta y nueve, algunos de los cuales con mucha menos gente que nosotros.
Estas cifras nos hablan de las dimensiones y las complejidades de la situación
que tiene prisionera a la ciudad. Pensábamos que todo estaría resuelto por
Navidad... y ahora estamos casi en Pascua”, cuenta este misionero.
“Por este motivo, nuestra comunidad, después de tres
meses de emergencia, se ha visto obligada a hacer un discernimiento. En la mesa
del capítulo conventual, hay cuatro hipótesis. La primera: mandar a casa a
todos nuestros refugiados. La segunda: irnos nosotros a casa y dejar el
convento a los refugiados. La tercera: esperar a que los refugiados se vayan
para poder reemprender nuestra vida normal. La cuarta: intentar hacer vida de
frailes con miles de refugiados en torno al convento. La primera y segunda
hipótesis no las hemos tomado nunca seriamente en consideración, a no ser en la
recreación o cuando estamos un poco cansados. La tercera ha sido descartada
porque tendríamos que esperar demasiado, nadie sabe hasta cuándo. Y además
teníamos unas ganas locas de volver a llevar vida de fraile a tiempo pleno. Así
pues, la cuarta hipótesis fue votada favorablemente por unanimidad. De este
modo hemos aceptado el desafío de volver a nuestra vida de fraile en un
convento que tiene anexo un campo de refugiados..., seguros de la bendición del
papa Francisco y de la aprobación del Padre General”, añade este misionero en
la República Centroafricana, quien da gracias por el premio y también a todos
los que, además de con la oración y la amistad, han querido manifestar de forma
concreta y generosa su cercanía. “Aunque muchos de vosotros sois casi
desconocidos, estáis, todas las noches, en nuestras oraciones”