El jesuita Agustín Goytisolo trabaja con la población más
vulnerable de Burkina Faso. Este misionero lleva más de 45 años de dedicación
al servicio pastoral y a la promoción humana en el continente africano. De paso
por Barcelona, ha recordado algunas de sus experiencias y ha presentado los
proyectos que actualmente lleva a cabo.
Según cuentan los Jesuitas de Catalunya, fue destinado al
Tchad en 1968 junto con otros compañeros jesuitas como Francesc Cortadellas o
Ignasi Anzizu. Sus primeras experiencias fueron en parroquias de zonas rurales.
“Además de la tarea de animación de las comunidades cristianas”, recuerda,
“pronto se presentaron urgencias que obligan a promover servicios humanitarios,
por ejemplo, la grave hambruna de los años 1984 y 1993”. Emergencias como estas
obligan a poner en marcha proyectos que permitan hacer frente a la escasez que
se repite por falta de lluvias y por la mala gestión de las cosechas.
En este sentido, el padre Goytisolo explicó con
satisfacción la experiencia de los graneros comunitarios, denominados también
banco de cereales. “Sólo digo que si se preparan y organizan bien tienen una
eficacia y una duración insospechada. Una carta reciente de una religiosa
chilena me daba la alegría de confirmarme que al este del Tchad, en la región
denominada Guera, donde pasé nueve años, los graneros comunitarios estaban
siendo muy eficaces y activos. En 1994 comenzamos con unos diez graneros y han
llegado a organizar hasta 200 en toda la zona”.
Agustín Goytisolo trabaja ahora, desde 2005, en Burkina
Faso, otro de los países que forma parte de la Provincia de África Occidental
de la Compañía de Jesús, que cuenta con 250 jesuitas en diez países de habla
francesa. Allí dirige el Centro de Espiritualidad “PAAM Yôodo”, en la capital,
Ouagadougou. Se trata de un centro, con una capacidad para 80 personas, en el
que se organizan ejercicios espirituales, encuentros de grupos, etc. En
definitiva, tal como explica, “es un servicio importante para una Iglesia joven
y que va creciendo en número pero también en necesitados”.
El centro está en la periferia de una ciudad de unos dos
millones de habitantes, en un barrio sin agua, electricidad y otros servicios
esenciales, lo que obliga a atender a muchas necesidades. Para hacer frente a
la pobreza extrema de madres de familia, con muchos niños y en el paro, se han
formado grupos de hasta 80 mujeres, con las que se ha iniciado, desde el 2008,
la experiencia de ofrecer microcréditos.
Goytisolo lo valora de forma muy positiva: “estas madres
quieren dar de comer a sus familias, aunque sea una vez al día. Saben que el
reembolso, el devolver el dinero del crédito, es importante, por eso, este ha
sido del 90 por ciento cada año, lo que nos ha permitido aumentar un poco el
crédito anual y dar continuidad al proyecto. A los niños también les ayudamos
con una pequeña cantidad para ir a la escuela”.
Otro de los proyectos en que están trabajando en estos
últimos años es el de atención a las personas portadoras del virus VIH. Gran
parte de la tarea se dirige a ayudarles en el tratamiento con ARV
(antirretrovirales) que lo sigan correctamente. “La eficacia de estos
medicamentos está condicionada a la continuidad, y para muchos y muchas es
difícil por múltiples razones. Hace falta una ayuda, sea en una mejor de
alimentación o en un seguimiento que mantenga la perseverancia”.
Junto a la acogida, formación y acompañamiento, explica
cómo han impulsado la creación de un centro de acogida para personas que se
encuentran en una situación de precariedad. Estos proyectos están integrados en
la red AJAN que da soporte a las personas infectadas por el VIH, impulsada por
los jesuitas en África y que, como dice el padre Goytisolo, “hace una gran
labor para estos los más pobres, personas de las periferias, de las que habla a
menudo el Papa Francisco”