Tomás
Herreros es un misionero español, nacido en la Rioja, que lleva más de 30 años
en África. Ahora está en la misión de Amakuriat, con el pueblo Pocot, que
habita entre la frontera de Karamoya y Turkana.
Tomás, ¿cómo es tu misión?
El pueblo Pocot ha sido siempre un pueblo de pastores, con
muchos conflictos a causa del ganado.
Ahora las mujeres comienzan a cultivar la tierra: maíz y otras
plantas. Lo que sacan es para ellas. Los maridos atienden a las cabras y vacas y
las ganancias son para ellos.
Los Pocots viven en el bosque, a la intemperie, dispersos…
En la actualidad comienzan a reagruparse en torno a la
escuelita, capilla o alguna tienda que se instalado, o también por la cercanía
de algún pozo que
hemos hecho en la misión, para tener mejor acceso al agua.
¿Son muchos los cristianos en esa región?
Hay un 40 por ciento de cristianos, la mitad aproximadamente son
católicos, en un área como la provincia de Cáceres. Tenemos 50 capillas para
atenderlos.
Desde hace tres años se están organizando reuniones
–convivencias, en las que participan muchos jóvenes y adultos- donde se reúnen durante dos o tres días. La
capilla que invita provee de azúcar, maíz, leche…, y los que vienen de otros
lugares traen alubias... Vienen de capillas que distan 20 o 30 kms.
Durante la convivencia se dedican a cantar, danzar, leen la
Biblia (quien puede da alguna explicación). Hablan más libremente cuando están
ellos solos (por temor a equivocarse).
Cuando saben que estamos cerca, nos invitan. Aprovechamos para
darle alguna charla o proyectarles algún vídeo formativo, aunque sea a través
del portátil.
También tenemos otro tipo de encuentros en los que se reúnen los
miembros de dos o tres capillas, son celebraciones
eucarísticas.
La Eucaristía dura mucho tiempo porque los que vienen como huéspedes tienen que dar su testimonio.
Llegan a pie. En otras capillas, a las que no llegó el sacerdote, son los
mismos laicos los que se reúnen en la oración dominical con el catequista.
Una situación nueva es la presencia de jóvenes chicas casadas,
que están consiguiendo que sus maridos vengan a rezar a las celebraciones. Han
formado unos coros y se dedican a cantar y danzar, de esta manera se preparan
para participar en los encuentros de diversas capillas.
Cuéntanos cómo se preparan al bautismo.
Los catecúmenos acompañan la preparación con una serie de pasos
llenos de simbología: el primero consiste en colocarse una vestidura morada que
le cubre la cabeza y el cuerpo y las
manos atadas (pecado y esclavitud), se hacen las promesas; el segundo: se
desatan las manos y se entrega el catecismo; tercero: óleo y Credo; el cuarto:
las renuncias a las seducciones y entrega de la Biblia; quinto: Padrenuestro y
Rosario; sexto: Bautismo y vela. El
proceso dura aproximadamente dos años y, de vez en cuando se celebran
convivencias con los catecúmenos.
¿Cómo es la vida de la familia?
Es complicado, ya que hay poligamia. La mujer ejerce mejor en la atención de los hijos. Éstos viven con
la madre. Esta situación nos crea serios problemas: en estos últimos 8 años
sólo he casado a tres parejas.
¿Cómo son las relaciones con el clero nativo?
Son buenas. A una de nuestras parroquias el obispo, desde tres
años, nos manda un diácono durante seis meses, con el fin de que se vayan
adaptando a la situación de los Pocots. Es la manera de que puedan sustituirnos cuando
nos marchemos. Hay ya dos sacerdotes Pocots.
¿Qué es lo más que te ha costado en la adaptación?
Llevo 34 años en África.
Lo que más me ha costado asumir es la inconstancia. Ellos no son
de actos programados (eucaristía una vez a la semana). Les va mejor la
celebración de acontecimientos que suceden
y que marcan la vida del pueblo. Esto ha exigido un esfuerzo por
adaptarse a la vida de los Pocots.
¿Cómo es el compromiso de los laicos?
Tenemos catequistas que reciben una pequeña ayuda económica. También hay directores de coro; la música
desempeña un papel muy importante. Estamos con la idea de que cada capilla debe
tener una mujer encargada de rezar por los enfermos y ancianos, y sobre todo
visitarlos en las casas. Están los directores de capillas (dos o tres), ahora
estamos promocionando el ministerio de
la acogida; tienen que ser hombres; ellos dan la bienvenida a los que han
llegado nuevos y también a los que están de visita. El objetivo es implicar a
todos. No queremos a gente pasiva. A ellos les encanta ser protagonistas en la
liturgia.
¿Qué supone esto para ti?
Me estimula la ilusión que veo en la gente por permanecer siendo
cristianos. Quieren saber más.