Es
tiempo de la mujer mozambiqueña
( por Montaña Malpartida)
Hay un proverbio africano
que dice: Si educas a un hombre, educas a un individuo, pero si educas a una
mujer, educas a una generación.
No sé el punto geográfico
donde nació dicho proverbio, pero bien podría haber sido en cualquier lugar de
Mozambique.
Hacía algo más de una década
que no pisaba suelo mozambiqueño y
este año, felizmente, volví a caminar sobre la tierra roja del norte, esa
tierra roja, brillante y oscura, que se confunde con el rojo brillante y oscuro del corazón humano.
No vas a conocer Mozambique, decían. Todo ha cambiado tanto…
Después de mi reciente paso
por Mozambique, aún respiro su olor y lo sigo sintiendo como propio, he de reconocer que ha habido cambios
significativos, ¡faltaría más!, La imagen
de algunas ciudades ha mudado para bien, aunque la mayor parte de lo bueno y
esto no es tan bueno, está vetado a los
autóctonos; prósperos negocios, grandes
hoteles, ricos restaurantes, lujosas
mansiones o elegantes barrios, se
extienden por doquier, pero en ellos, escasean los mozambiqueños de a píe. Aquí en
este amado país, también la pobreza más absoluta, como en la mayor parte del mundo, tiene rostro
de mujer. Es la mujer la que sigue sufriendo
posiciones de clara inferioridad con respecto al hombre
¡Claro que ha habido
avances!, ha sido grato comprobar que
muchas de las mujeres que conocí hace años, hoy son médicas, profesoras de
universidad, empleadas de bancas, periodistas, secretarias y muchas de ellas,
madres de familia, que sienten el estudio como parte fundamental de su vida y
la de sus hijos, sin desprenderse de su hermosa cultura. Pero ese puñado de mujeres, no representan a
la inmensa mayoría
…No vas a conocer Mozambique,
me decían, y sí, desde el coche, desde la carretera, el cambio
era notable, pero en muchos casos, pura fachada. Recorriendo barrios y comunidades, compruebo que todo sigue igual.
Y a mis queridas macúas (etnia
mayoritaria y más desfavorecida de Mozambique), por ejemplo, se les sigue negando, en su mayoría, ya sea
por cultura, por economía, o por el hecho de ser mujer, el acceso a un mundo
mejor, el acceso a una educación digna.
La mujer, en muchos lugares de Mozambique hoy, sigue viviendo
como hace siglos, pero no porque así lo quiera, sino porque no sabe que puede
elegir. Ella sigue levantándose antes del amanecer con su enorme balde para acarrear el agua que su familia
necesita, como le enseñó su madre, hace
mil años, cuando era una niña.
Una gran parte de ellas, también
hoy, siguen buscando leña y asegurando,
al unísono, con una vieja capulana (paño usado en la vestimenta femenina) a su
tercer o cuarto sorte. (como se les llama a los hijos) A la mayoría, cada día, Les espera una larga jornada en las
machambas (huertos familiares), levantan
su azada, preparando cada milímetro de esa tierra a veces áspera y a veces, poco
generosa.
Al caer la tarde, muchas mozambiqueñas, se sientan sobre su
estera, con las piernas extendidas y los pies cruzados, conversando entre amigas
y amamantando a su último bebé, mientras los últimos rayos de sol iluminan los
montes o las sombras y donde las más soñadoras, suspiran levemente, mañana será otro día y ojalá éste, llegue con
buenos augurios para nosotras y así podamos tener la capacidad de elegir y ser protagonistas de nuestra historia y
nuestro futuro por derecho.
Ojalá, la próxima generación
de mujeres en Mozambique, se sienta en la libertad de poder elegir y tomar las riendas de su propio futuro y exigiendo
con fuerza su espacio en las escuelas, en las universidades, en la política y en la iglesia. Quizá en sus manos, el panorama
sería más justo.
Montaña Malpartida