El misionero Rafael Marco, de la Sociedad de Misiones
Africanas relata cómo ha afectado la situación de violencia e inestabilidad en
Mali a su misión en Níger: “Hace tiempo que pensaba mandaros noticias de Tera o
Níger, pero hemos vivido tiempos de incertidumbre en los que no sabía qué
contar de la comunidad, de nuestro trabajo, de nuestro futuro. Regresamos a
Tera el 8 de enero pasado, pero a los pocos días, el 12 de enero estalló la
guerra en Mali poniendo en un brete nuestra continuidad en esas tierras. A
pesar de todo estábamos dispuestos a continuar, por lo menos hasta el final del
curso pastoral; sin embargo, el día 14 recibimos una llamada telefónica del
arzobispo que nos urgía a abandonar la misión.
Estamos en Niamey desde hace poco más de un mes, sin
poder salir de la ciudad hasta el día de ayer, y desde aquí seguimos algunas de
las actividades en las que estábamos comprometidos: un sacerdote africano va
todos los fines de semana a Tera a celebrar la Eucaristía, seguir a los
catecúmenos y velar por la vida de la comunidad; continuamos con la asistencia
y formación del grupo de niños vulnerables y sus familias así como la
construcción y restauración de 120 casas que se vinieron abajo total o
parcialmente a causa de las lluvias e inundaciones del mes de agosto y la
perforación de varios pozos que no pudieron hacerse el año pasado.
Estamos a la espera de lo que el Espíritu quiere ahora de
nosotros; a ver si sabemos responder con alegría y generosidad. Contamos con
vuestra oración y apoyo”.
Las Hermanitas de Charles de Foucauld están en Níger
desde hace mucho tiempo y todo el mundo las quiere. Rafael cuenta que “las
hermanitas de Foucauld, por razones de seguridad, se les ha obligado a
abandonar varias misiones: Agadez, Nguigmi… y últimamente Bankilaré, vecina a
nuestra misión de Tera, y decían al dejar Bankilaré: ‘Es inútil describir el
desgarro que ha supuesto para nosotras: los lazos de comunidad y personales que
se han ido estableciendo, los rostros que guardamos en el corazón y el
testimonio de que una vida común (con el pueblo tuareg) es posible… parece que
se han quebrado. Se diría que es eso lo que pretenden los integrismos. Causa un
dolor terrible que toca el corazón del Evangelio y el carisma de fraternidad;
sobre todo que, allí, en Bankilaré, vivíamos esta proximidad, este vivir con un
pequeño grupo humano, marginal, que no pasará a la historia, y descubríamos con
alegría los valores que estaban allí, en lo cotidiano, con sabor a Evangelio’.
No lo sabría decir mejor que ellas, pero ha sido la misma experiencia que
vivimos nosotros ahora al dejar Tera: el desgarro, el dolor y la sensación de
ruina, el sabor a ceniza y el desconcierto… Adiós Alhadji, adiós mercado, adiós
Umu, adiós Musa y Fati, adiós puente, adiós Tera… iba murmurando Joaquín por la
ventanilla del coche cuando abandonamos la misión; sin embargo, mantenemos la
esperanza y trabajaremos para que así sea, aunque no resulte fácil, de que el
amor y la fraternidad acabarán por triunfar una mañana radiante de Pascua. Por
eso seguimos adelante”.