El pasado 15 de abril fallecía en Río Gallegos, una de
las poblaciones más al sur de Argentina, el padre Juan Barrio Herrero, de la
diócesis de Segovia, que durante 46 años ha ejercido su ministerio pastoral en
esa ciudad.
Según explica su compañero Emilio Ballesteros, tras el
grave deterioro de su salud, después de una triple operación, cuando ya iba
incorporándose a la actividad pastoral con el humor y las ganas de siempre, una
caída en el comedor del Obispado, en la que se golpeó la cabeza y se le produjo
un gran hematoma, lo dejó en estado de coma irreversible. “Nos duele perder un
gran amigo y misionero, pero nos consuela saber que tenemos un intercesor más
entre los santos”.
La ciudad de Río Gallegos está conmovida y celebrando con
profunda gratitud y amor su despedida. El martes por la tarde tuvo lugar su
funeral y la procesión al cementerio recorriendo las múltiples capillas y
parroquias en las que trabajó y construyó. “Edificar la Iglesia, formando
comunidades, y atender a los más pobres, fue su gran vocación vivida con pasión
y buen humor, apoyándose siempre en la oración. En la capilla San Benito, en un
barrio muy pobre y alejado, tenía la ilusión de que fuese un monasterio”, añade
su compañero.
Los restos del padre Juan, como se le conocía, fueron
velados en la Iglesia de San Cayetano, parroquia que terminó de construir, al
igual que muchas otras en esta capital de Río Gallegos. Sepultado en el
cementerio local, multitud de vecinos de todas las edades se acercaron a darle
el último adiós al querido cura Juan. También lo hizo el obispo, Mons. Miguel
Ángel D´Annibale, que llegó desde Buenos Aires donde se estaba celebrando la
Asamblea Plenaria, para acompañarle en su despedida y presidir la misa-funeral.
En una carta dirigida a todos los fieles de la diócesis, el obispo resaltaba el
gran aprecio que todos sentían por este gran misionero, el mucho dolor ante su
pérdida y, a la vez, una profunda esperanza. “Se me va un padre y un amigo, con
quien compartía el día a día de la casa del Obispado. Sé que ahora y para
siempre nos va a acompañar al lado del Señor”, decía el prelado.
El padre Juan Barrio había nacido hace 85 años en
Segovia; en 1963 se ordenó sacerdote y fue destinado a la localidad segoviana
de Cuellar durante tres años. El 12 de octubre de 1966 llegó a Río Gallegos,
lugar que lo cautivaría los siguientes 46 años.
Todos los periódicos de la provincia de Santa Cruz y de
la diócesis de Río Gallegos se han hecho eco de la noticia y han resaltado su
gran labor misionera, su labor pastoral y preocupación por los más necesitados.
“Por los pobres, naturalmente, porque tienen hambre y frío... lo repito ochenta
millones de veces en el barrio San Benito, yo quiero que no tengan hambre y que
no pasen frío, y que podamos promocionar un barrio que va a ser el orgullo y la
alegría más grande de Río Gallegos...”, manifestaba el padre en una ocasión a
la prensa.
Este gran misionero estaba a cargo de las parroquias de
San José Obrero, San Benito y María de Nazareth, y aseguró que la Iglesia había
llegado a los barrios Náutico, Vial y Juan Pablo II, porque “son muchos los
chicos, cientos, miles, que no van a catequesis y nos atormenta, nos preocupa
mucho, porque tienen que estar educados para que el día de mañana sean el
intendente, los diputados, el gobernador, los que dirijan el pueblo. Y, si los
dejamos solos, vamos a tener que meterlos en la chacra del obispado, para
recuperación de jóvenes y chicos que andan por malos caminos, y eso no queremos.
Queremos que sean los más lindos, que tengan coches nuevos, y que vivan a lo
grande y con su familia bien constituida”, decía.
El padre Juan se ha ido pero ha dejado sus obras y un
legado que será recordado por todos aquellos que lo conocieron