El Instituto Español de Misiones Extranjeras, IEME, ha
publicado en su boletín general una separata dedicada al misionero Jenaro
Artázcoz Lizárraga, fallecido el 24 de enero pasado, quien fue director general
de esta institución.
Sus 28 páginas recogen el sentir y el recuerdo de sus
compañeros del IEME, de misioneros y compañeros que le conocieron. Palabras de
cariño, admiración y agradecimiento por una vida sacrificada, entrega
sacerdotal y testimonio misionero.
“Cuando la gente le hacía preguntas sobre su pasado nunca
le gustaba hablar de que había sido Vicario Apostólico, casi como obispo, en
Guatemala, sin embargo para los que lo conocíamos sabíamos de su hermosa
biografía que llenaba páginas y páginas de servicio a la Iglesia y al
Instituto. A él le tocaron tiempos difíciles como Director del IEME...
Colombia, Guatemala, Mozambique... la Asamblea de Ávila, sufrió al lado de
nuestros compañeros encarcelados, expulsados, enfermos. Lloró la muerte de
nuestro recordado obispo de San Andrés, Dom Décio Pereira... Tenía un corazón
tierno y sensible al dolor de los otros, sufría al ver divisiones y
desentendimientos, y siempre ponía sus gotas de paz y buen humor. Al comentar
su estancia en el Concilio Vaticano II vibraba de emoción con la esperanza de
una renovación eclesial: la colegialidad, el diálogo con el mundo, la
realización del sueño de Jesús: una Iglesia pobre y sencilla sin adornos ni
capisayos, una iglesia, en definitiva abierta al mundo y a los pobres”, dice en
la separata uno de los muchos misioneros que escriben en ella, Ángel Belloso
Pena desde Brasil.
Jenaro Artázcoz había nacido en Liédena, Navarra, el 2 de
abril de 1928. En 1952 fue ordenado sacerdote por Mons. Tarancón y destinado a
la misión de Marugame, Japón. En octubre del mismo año salió para California,
trabajando en la Archidiócesis de Los Ángeles y aprendiendo inglés, como paso
previo al Japón. En esta tarea y en el trabajo pastoral, sobre todo con los
emigrantes mejicanos, pasó once años en parroquias de Santa Bárbara, Pomona y
Santa Paula. En marzo de 1963 la Dirección General del IEME le pidió
trasladarse, como misionero, a la Administración Apostólica de El Petén,
Guatemala, y al año siguiente es nombrado por el Papa Pablo VI Administrador
Apostólico de El Petén. Durante el año 1965 tomó parte en la última sesión del
Concilio Vaticano II. Seis años trabajó en El Petén con los compañeros del IEME
y misioneros norteamericanos de Maryknoll. Durante ese periodo participó en los
encuentros post-conciliares realizados por el CELAM en Melgar, Colombia;
Uampaní, Perú; San Miguel, Argentina y El Salvador, San Salvador, como
representante de instituciones misioneras de Centroamérica. En 1969 se celebró
en Burgos la II Asamblea General del IEME y en ella fue elegido Director
General por cinco años.
Finalizado este periodo, hizo de nuevo las maletas para
incorporarse a su nuevo destino: el Grupo de Sao Paulo-Marília en Brasil. Nueva
lengua, nuevas costumbres, nueva cultura. En distintos trabajos,
responsabilidades y parroquias de Marília y Santo André, en el estado de Sao
Paulo trabajó durante 29 años.
Según cuenta Ismael González, compañero suyo del IEME, a
comienzos del año 2008, ya casi con 80 años, se sintió cansado, los años le
pesan y se viene definitivamente de Brasil a la casa que el IEME tiene en
Madrid, en la calle de Pirineos. Al poco tiempo se entera de que hay una plaza
libre en la casa de las Hermanitas de los Pobres y se apunta inmediatamente.
Cuando la Hermana encargada le estaba presentando la casa Jenaro dijo: “¿Todo
esto para mí?” y se echó llorar como un niño. Y alguien le contestó: “Y después
la vida eterna”