El próximo 26 de enero las diócesis españolas celebrarán
la jornada de Infancia Misionera, con el lema “Los niños ayudan a los niños”,
que es a la vez el resumen del carisma de esta Obra Pontificia.
El punto principal de esta Obra es el papel particular
que los “pequeños” tienen ante el anuncio del Reino. Los niños, de hecho, están
especialmente habilitados a acogerlo y a vivir su riqueza de belleza, de
alegría y de amor. En el léxico cristiano, además, la “pequeñez” se impone como
categoría espiritual fascinante que refleja la santidad de Dios.
Han pasado 171 años desde aquel 19 de mayo de 1843 en que
se fundara como respuesta a las cartas de los Misioneros, especialmente las de las
Religiosas, que llegaban a la Iglesia de Francia, que vivía entonces un
verdadero despertar misionero. Las cartas, hablaban de niños eliminados al
nacer porque no se les quería a causa del sexo, las niñas, o por defectos
físicos o psíquicos, los minusválidos, o simplemente por la imposibilidad de
subsistencia en medio de la gran pobreza general.
Quien respondió a estas inquietudes generadas por la
información que enviaban los misioneros fue Charles August Marie de
Forbin-Janson. Nacido en 1785, entró muy joven en el seminario con el deseo de
tener una vida misionera, llegando a ser obispo de Nancy. Su amor por las
misiones tuvo su cauce en la devoción al Niño Jesús, devoción que procuraba
difundir, y a la que dio un planteamiento totalmente misionero.
La intuición de Mons. Forbin-Janson fue la de crear un
movimiento de niños cristianos – llamado entonces Santa Infancia por su
devoción a la infancia de Jesús – para ayudar a otros niños a encontrar al
Señor, educarles cristianamente y mostrar una caridad apostólica y solidaria,
es decir, un espíritu genuinamente misionero, y no sólo una acción social. La
Obra encontró el favor general de las personas y de las instituciones más
empeñadas en la educación de los niños. Conoció así un desarrollo muy rápido en
Europa y en América del Norte, y en su consolidación pudo gozar de la ayuda de
la Iglesia y del favor del papa León XIII, que la promovió con la encíclica
Sancta Dei Civitas del 3 de diciembre de 1880. El día 3 de mayo de 1922, Pío XI
le concedió el título de «Pontificia», la hoy Obra Pontificia de la Infancia
Misionera.