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5 de febrero de 2014

100 años de un viaje misionero a Perú: una “salida misionera” que dio lugar a una congregación


Hace 100 años, las dominicas de Huesca respondieron a la llamada misionera hecha por fray Ramón Zubieta, y se embarcaron rumbo a Perú. En un ejemplo de lo que es una “salida misionera”, como recuerda el Papa Francisco en su exhortación apostólica, de esa experiencia nació la Congregación de las Misioneras Dominicas del Rosario, fundadas por Ascensión Nicol.
Recuerdan las Hermanas que corría el año 1913 cuando recibieron la llamada del Señor a través de un Misionero Dominico, Ramón Zubieta, quien al contacto con la realidad sufriente de los nativos de la selva descubrió la imperiosa necesidad de la presencia femenina para la evangelización de las mujeres nativas de la selva amazónica del Perú “la mujer nativa es inteligente y al educarse será el tronco de una familia constante y fiel a las enseñanzas recibidas y base firme de una población”.
Ramón Zubieta acude al Beaterio de Dominicas de Huesca, fundado en 1725. Se destacaba por la calidad de la enseñanza que impartían y la excelente formación que las Madres daban a las maestras, desde el 1885 funcionaba como Escuela Normal. Su motivación era animar a las hermanas para colaborar en el proyecto misionero, cinco de ellas respondieron generosamente a la invitación y el 13 de Noviembre salieron hacia Puerto Maldonado, Perú. Entre ellas se encontraba Ascensión Nicol, su fundadora, quien había sido alumna en Huesca e ingresado al convento de las Dominicas en el año 1885, posteriormente sería la Directora del Colegio. Estas cinco mujeres con audacia, osadía y llenas de espíritu misionero se fiaron de Dios y emprendieron la aventura, se transformaron en las primeras mujeres no nativas que penetraron en la selva peruana.
Es allí donde la fundadora descubre su nueva vocación al contacto con las mujeres y los niños y niñas, a quienes educa y con quienes comparte la vida y las faenas cotidianas. En 1918 nace la nueva Congregación, fruto del Espíritu, del esfuerzo, y del amor que experimentaron sus fundadores por los pueblos originarios, de manera especial por las mujeres y la lucha por su dignificación.
Desde el río Madre de Dios fluyó la vitalidad de su Carisma hacia China, luego se fueron extendiendo por diversas latitudes, teniendo como único móvil compartir sus vidas con los empobrecidos y acompañarlos en los procesos de liberación.