Hace 100 años, las dominicas de Huesca respondieron a la
llamada misionera hecha por fray Ramón Zubieta, y se embarcaron rumbo a Perú.
En un ejemplo de lo que es una “salida misionera”, como recuerda el Papa
Francisco en su exhortación apostólica, de esa experiencia nació la
Congregación de las Misioneras Dominicas del Rosario, fundadas por Ascensión
Nicol.
Recuerdan las Hermanas que corría el año 1913 cuando
recibieron la llamada del Señor a través de un Misionero Dominico, Ramón
Zubieta, quien al contacto con la realidad sufriente de los nativos de la selva
descubrió la imperiosa necesidad de la presencia femenina para la
evangelización de las mujeres nativas de la selva amazónica del Perú “la mujer
nativa es inteligente y al educarse será el tronco de una familia constante y
fiel a las enseñanzas recibidas y base firme de una población”.
Ramón Zubieta acude al Beaterio de Dominicas de Huesca,
fundado en 1725. Se destacaba por la calidad de la enseñanza que impartían y la
excelente formación que las Madres daban a las maestras, desde el 1885
funcionaba como Escuela Normal. Su motivación era animar a las hermanas para
colaborar en el proyecto misionero, cinco de ellas respondieron generosamente a
la invitación y el 13 de Noviembre salieron hacia Puerto Maldonado, Perú. Entre
ellas se encontraba Ascensión Nicol, su fundadora, quien había sido alumna en
Huesca e ingresado al convento de las Dominicas en el año 1885, posteriormente
sería la Directora del Colegio. Estas cinco mujeres con audacia, osadía y
llenas de espíritu misionero se fiaron de Dios y emprendieron la aventura, se
transformaron en las primeras mujeres no nativas que penetraron en la selva
peruana.
Es allí donde la fundadora descubre su nueva vocación al
contacto con las mujeres y los niños y niñas, a quienes educa y con quienes
comparte la vida y las faenas cotidianas. En 1918 nace la nueva Congregación,
fruto del Espíritu, del esfuerzo, y del amor que experimentaron sus fundadores
por los pueblos originarios, de manera especial por las mujeres y la lucha por
su dignificación.
Desde el río Madre de Dios fluyó la vitalidad de su
Carisma hacia China, luego se fueron extendiendo por diversas latitudes,
teniendo como único móvil compartir sus vidas con los empobrecidos y
acompañarlos en los procesos de liberación.