El P. Santiago es natural de Ribera Oveja. Es agustino recoleto y arrastra con él una prolongada experiencia misionera. Es un hombre sencillo, evangélico, que acaricia las palabras al hablar, dejando tras de sí una huella suave brisa de ternura y paz.
Ha tenido otro hermano misionero agustino: Luís Domínguez Garrido, que falleció hace unos años.
Tuvimos la suerte de dialogar con él en la fiesta de la Exaltación de la Cruz, en Casar de Palomero.
Sus primeros 8 años como misionero los pasó en Perú, de 1970 a 1978. Después pasó a Venezuela donde permanece hasta el presente.
Le preguntamos por la religiosidad del pueblo venezolano y él destaca que es muy profunda: “las eucaristías están siempre llenas, los sacerdotes permanecemos mucho tiempo en el confesionario porque la demanda de la gente es constante”.
Reside en San Cristóbal, población con unos 100.000 habitantes.
Destaca en la conversación que “la diócesis dispone de 150 sacerdotes, en su mayoría jóvenes. Cada año hay 4 o 5 ordenaciones”.
También hay una universidad católica, regida por los jesuitas.
La formación es muy buena, hasta el punto de que de allí “han salido varios obispos”.