“Muchos saludos desde ‘el gran Marsabit’, con la bonita
sorpresa de que este año han venido las lluvias adelantadas y las estamos
disfrutando y esperamos que duren. Una vez más el panorama y el ambiente
empieza a cambiar, hemos cambiado el polvo por el barro, los tanques vuelven a
estar llenos de agua y el color verde se va imponiendo a los amarillos y
grises. La gente se ve más contenta y animada y los animales se ven saludables
y relajados. De momento solo está lloviendo en la montaña… seguimos mirando al
cielo y esperando que la lluvia se extienda a las llanuras, sabanas y mesetas”.
“He estado fuera visitando los poblados y capillas más
alejados… ahora tendré un par de semanas más tranquilas y relajadas aquí en el
centro… en nuestra ‘pomposa catedral’ de Marsabit. Mi cumpleaños transcurrió
bien y lo celebramos las tres comunidades juntas, el Domingo del Domund por la
noche, una vez que regresamos de los diferentes compromisos pastorales en las
varias capillas. Las Hermanas prepararon una tarta de bizcocho y chocolate y
nosotros el pollo con arroz”.
“Por mi parte continúo con mi trabajo pastoral y
misionero en este rincón del Norte de Kenia. Precisamente hace unos días
tuvimos una ordenación de diacono, de un seminarista gabra, de hecho el primero
de esta tribu. Así que ya os podéis imaginar el tinglado que se montó y como
estamos en la Catedral nos tocó a la comunidad comboniana organizar la
celebración, dar alberge a unas 300 personas que venían de más lejos, y dar
comida a unas ochocientas personas. Pero no os asustéis aquí es todo muy
rústico, sencillo, familiar y casero, como en nuestra España de los cincuenta:
10 enormes ollas de arroz, 4 ollas de carne de vaca –matada para la ocasión- y
varias ollas más pequeñas con patatas y berza. ¡Todo un banquete! Con muchos
cantos y danzas locales de todos los grupos presentes… solo faltaron salsas,
jotas o bulerías.
Por gajes del oficio, yo solo pude participar en los
preparativos, en mi calidad de administrador, pues el sábado me marchaba muy
temprano rumbo a Katilo, en Turkana para asistir al entierro de un joven
maestro de unos 35 años, Michael Ewoi, que murió de cáncer de huesos el
miércoles de la semana pasada. Conocí a Michael en Katilo y Lokori cuando era
un chaval de la escuela primaria, desde entonces hemos sido grandes amigos y
luego ya de maestro, cuando se casó, también de su mujer y de sus niños, pues
de hecho deja cinco niños… y estoy estudiando la posibilidad de apadrinar a uno
de ellos, Ekitela, de unos 8 años. Michael solía visitarme todos los años
durante sus vacaciones de Navidad para ayudar en las actividades y
celebraciones de los turkana de Marsabit. Normalmente nos es difícil participar
en este tipo de acontecimientos, sobre todo en lugares muy lejanos, pero esta
vez he sentido una necesidad, que venía de dentro, de estar presente y de
alguna manera decirle ‘a-Dios’ y consolar a la familia.
Es curioso ver cómo la vida nos golpea a veces de la
manera más inesperada, pues aparte de la muerte de uno de mis hermanos y otros
familiares y amigos en esos lares, el pasado 16 de agosto otro de mis grandes
amigos, Paulo Muthuku, también rondando los treinta, fue acribillado a balazos,
cerca de su casa aquí en Marsabit, por la estúpida razón de que le confundieron
con otra persona. Paulo trabajaba para las Hermanas de la Caridad (Madre Teresa
de Calcuta) como una especie de ‘factotum’ y como persona de confianza. Como
dice la canción su muerte deja un ‘espacio vacío que no se puede llenar’… y
somos muchos los que le echamos de menos… pues era una de esas raras joyas de
personas que siempre está ahí para echarte una mano, aun antes de que se lo
pidas… honesto, sencillo, amable, generoso, trabajador incansable…
Recuerdo que esa semana me tocó celebrar en las dos misas
de la Catedral y en la homilía lanzamos un grito en favor de la vida, que viene
de Dios y a él le pertenece, pues nos la da como regalo que debe ser aceptado,
respetado, protegido en toda circunstancia y aprovechado al máximo. Lanzamos un
grito en favor de la Justicia, que sea capaz de identificar y poner en la
cárcel a los culpables. Lanzamos un grito por la Paz, para que cosas así no
tengan cabida, no vuelvan a suceder con total impunidad ‘nunca mais-nunca
jamás’. El lunes y martes siguientes fuimos con una delegación a entrevistarnos
con las autoridades y expresarles nuestra indignación y nuestro deseo de que se
haga Justicia. De hecho sí parece que han arrestado a varios de los culpables.
Por lo demás la vida sigue adelante, con los trabajos de
todos los días y los pequeños milagros que nos ayudan a poner equilibrio en la
balanza de nuestros pensamientos y sentimientos. Hace varias semanas logré
visitar uno de los poblados más alejados, más de cien kilómetros y donde
tenemos una escuela móvil, con dos tiendas regalo de Unicef. Allí me hablaron
de una joven madre que había sido mordida por una serpiente en un brazo y
necesitaba tratamiento urgente. La trajimos al Hospital de Marsabit, con toda
la incomodidad de nuestro coche. Recuerdo que la fui a visitar dos días después
con algo de leche y bananas y ya la encontré más recuperada. La semana pasada
he vuelto a su poblado ‘Yaa Galbo’ para ayudarles a trasladar las tiendas-escuela
y para mi sorpresa al final del día la enferma, ahora curada y sonriente, había
preparado el té y algo de comer en señal de agradecimiento”.