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8 de enero de 2013

Daniel Villaverde: “Continúo con mi trabajo pastoral y misionero en este rincón del norte de Kenia”


“Muchos saludos desde ‘el gran Marsabit’, con la bonita sorpresa de que este año han venido las lluvias adelantadas y las estamos disfrutando y esperamos que duren. Una vez más el panorama y el ambiente empieza a cambiar, hemos cambiado el polvo por el barro, los tanques vuelven a estar llenos de agua y el color verde se va imponiendo a los amarillos y grises. La gente se ve más contenta y animada y los animales se ven saludables y relajados. De momento solo está lloviendo en la montaña… seguimos mirando al cielo y esperando que la lluvia se extienda a las llanuras, sabanas y mesetas”.
“He estado fuera visitando los poblados y capillas más alejados… ahora tendré un par de semanas más tranquilas y relajadas aquí en el centro… en nuestra ‘pomposa catedral’ de Marsabit. Mi cumpleaños transcurrió bien y lo celebramos las tres comunidades juntas, el Domingo del Domund por la noche, una vez que regresamos de los diferentes compromisos pastorales en las varias capillas. Las Hermanas prepararon una tarta de bizcocho y chocolate y nosotros el pollo con arroz”.
“Por mi parte continúo con mi trabajo pastoral y misionero en este rincón del Norte de Kenia. Precisamente hace unos días tuvimos una ordenación de diacono, de un seminarista gabra, de hecho el primero de esta tribu. Así que ya os podéis imaginar el tinglado que se montó y como estamos en la Catedral nos tocó a la comunidad comboniana organizar la celebración, dar alberge a unas 300 personas que venían de más lejos, y dar comida a unas ochocientas personas. Pero no os asustéis aquí es todo muy rústico, sencillo, familiar y casero, como en nuestra España de los cincuenta: 10 enormes ollas de arroz, 4 ollas de carne de vaca –matada para la ocasión- y varias ollas más pequeñas con patatas y berza. ¡Todo un banquete! Con muchos cantos y danzas locales de todos los grupos presentes… solo faltaron salsas, jotas o bulerías.
Por gajes del oficio, yo solo pude participar en los preparativos, en mi calidad de administrador, pues el sábado me marchaba muy temprano rumbo a Katilo, en Turkana para asistir al entierro de un joven maestro de unos 35 años, Michael Ewoi, que murió de cáncer de huesos el miércoles de la semana pasada. Conocí a Michael en Katilo y Lokori cuando era un chaval de la escuela primaria, desde entonces hemos sido grandes amigos y luego ya de maestro, cuando se casó, también de su mujer y de sus niños, pues de hecho deja cinco niños… y estoy estudiando la posibilidad de apadrinar a uno de ellos, Ekitela, de unos 8 años. Michael solía visitarme todos los años durante sus vacaciones de Navidad para ayudar en las actividades y celebraciones de los turkana de Marsabit. Normalmente nos es difícil participar en este tipo de acontecimientos, sobre todo en lugares muy lejanos, pero esta vez he sentido una necesidad, que venía de dentro, de estar presente y de alguna manera decirle ‘a-Dios’ y consolar a la familia.
Es curioso ver cómo la vida nos golpea a veces de la manera más inesperada, pues aparte de la muerte de uno de mis hermanos y otros familiares y amigos en esos lares, el pasado 16 de agosto otro de mis grandes amigos, Paulo Muthuku, también rondando los treinta, fue acribillado a balazos, cerca de su casa aquí en Marsabit, por la estúpida razón de que le confundieron con otra persona. Paulo trabajaba para las Hermanas de la Caridad (Madre Teresa de Calcuta) como una especie de ‘factotum’ y como persona de confianza. Como dice la canción su muerte deja un ‘espacio vacío que no se puede llenar’… y somos muchos los que le echamos de menos… pues era una de esas raras joyas de personas que siempre está ahí para echarte una mano, aun antes de que se lo pidas… honesto, sencillo, amable, generoso, trabajador incansable…
Recuerdo que esa semana me tocó celebrar en las dos misas de la Catedral y en la homilía lanzamos un grito en favor de la vida, que viene de Dios y a él le pertenece, pues nos la da como regalo que debe ser aceptado, respetado, protegido en toda circunstancia y aprovechado al máximo. Lanzamos un grito en favor de la Justicia, que sea capaz de identificar y poner en la cárcel a los culpables. Lanzamos un grito por la Paz, para que cosas así no tengan cabida, no vuelvan a suceder con total impunidad ‘nunca mais-nunca jamás’. El lunes y martes siguientes fuimos con una delegación a entrevistarnos con las autoridades y expresarles nuestra indignación y nuestro deseo de que se haga Justicia. De hecho sí parece que han arrestado a varios de los culpables.
Por lo demás la vida sigue adelante, con los trabajos de todos los días y los pequeños milagros que nos ayudan a poner equilibrio en la balanza de nuestros pensamientos y sentimientos. Hace varias semanas logré visitar uno de los poblados más alejados, más de cien kilómetros y donde tenemos una escuela móvil, con dos tiendas regalo de Unicef. Allí me hablaron de una joven madre que había sido mordida por una serpiente en un brazo y necesitaba tratamiento urgente. La trajimos al Hospital de Marsabit, con toda la incomodidad de nuestro coche. Recuerdo que la fui a visitar dos días después con algo de leche y bananas y ya la encontré más recuperada. La semana pasada he vuelto a su poblado ‘Yaa Galbo’ para ayudarles a trasladar las tiendas-escuela y para mi sorpresa al final del día la enferma, ahora curada y sonriente, había preparado el té y algo de comer en señal de agradecimiento”.