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20 de mayo de 2013

Una vida dedicada a los demás: los misioneros Pilar Gilaberte y Antoni Calvera


Los misioneros, Pilar Gilaberte y Antoni Calvera, visitaron los días 13 al 21 de abril escuelas, institutos y parroquias del Arciprestazgo de Reus para explicar su experiencia en diferentes países. Pilar y Antoni llevan años viajando por el mundo con el fin de ayudar a quienes más lo necesitan. Después de recorrer países como Etiopía, Sudán o Ecuador, ambos misioneros hicieron un alto en el camino, la semana pasada, para visitar nueve parroquias, nueve escuelas y veinte cursos de Primaria, tres Centros de Secundaria y nueve Cursos de la ESO, y siete comunidades religiosas de Reus. Objetivo: transmitir su experiencia misionera de todos estos años.
Pilar descubrió que quería ser misionera muy joven con el fin de “estrechar las desigualdades sociales existentes en el mundo”. Desde entonces se preparó a conciencia y estudió para poder desarrollar esta labor humanitaria. “A nivel psicológico es importante estar concienciado sobre las circunstancias que rodean los países en vías de desarrollo”, explica Pilar. Para ella fue trascendental conocer la experiencia de otras misioneras. “Hablar con ellas me ayudó a superar muchas dificultades”, confiesa Pilar.

Desde su primera misión, tanto Pilar como Antoni suman décadas de experiencia que les ha cambiado la visión del mundo. La vocación de ayudar a los demás, que comparten ambos misioneros, les ha llevado a vivir durante años rodeados de miseria, pobreza y violencia.
“A pesar de estas calamidades la gente de estos países tiene unos valores humanos únicos”, reconoce Pilar. Cuenta que la vida en una misión no es fácil, aunque añade que “las dificultades que hemos tenido nos han ayudado en nuestra manera de ser”. Esta misionera confiesa que en su primera misión sintió el miedo, una sensación que se repitió en viajes posteriores y a la que se ha acostumbrado desde entonces. “El miedo desaparece. Hay que convivir con él para poder reaccionar y ayudar a los demás”.
En España existen 14.000 misioneros, una cifra que según Pilar “no es suficiente, porque los misioneros somos necesarios para desarrollar trabajos sociales y humanitarios en cualquier parte del mundo”. Por el momento Pilar no ha pensado en retirarse. “Los misioneros no tenemos jubilación, siempre habrá alguien que nos necesite”, afirma