La Delegación de Misiones de Lérida informa de la visita
de la misionera Elena Amorós. Forma parte de la congregación de Santa Joaquina
de Vedruna, acaba de cumplir 91 años y ha pasado 63 años de su vida misionera
en Perú. Elena vive actualmente en Lima y tiene la buena costumbre de visitar
cada tres años a su familia. Durante el tiempo que está en tierras catalanas
aprovecha para poder estar también con sus Hermanas de congregación en Lleida y
visitar la Delegación de Misiones.
Su sonrisa franca es su tarjeta de visita. Cuenta que en
sus últimos años su misión se centra en escuchar a la gente que se le acerca.
Tantos años al servicio de las comunidades peruanas, en escuelas, en las zonas
rurales, realizando todas tareas pastorales imaginables le han puesto en
contacto con muchísimas personas. Son las que ahora la buscan pidiéndole consuelo,
consejo o simplemente, para reír un rato con ellas. Y la buscan a través de
todos los medios, teléfono, correo electrónico, en su casa... Después de estar
un rato con ella, no es extraño que lo hagan. Tiene una sonrisa y unos ojos
acogedores, sus palabras son cálidas y dan serenidad, paz, confianza y
esperanza.
Recuerda los inicios de su Misión, llegando a Perú en
barco cuando tenía 28 años. Un lugar inhóspito, sin luz, alcantarillado ni agua
corriente. Se acababa de fundar una comunidad al servicio de la educación de
las niñas de la región y era necesario llevarla adelante. Después de un mes
insoportable, pidiendo al Señor fuerzas para continuar, vio claro que su lugar
estaba allí. Las niñas con las que convivía la enseñaron.
En cuanto a la falta de vocaciones religiosas, Elena
reacciona con esperanza. Cree que las comunidades religiosas han de discernir
sobre lo que el Señor desea de ellas en la actualidad. El futuro no le preocupa
ya que lo importante es que las personas se planteen como servir al Reino de
Dios, la forma de cómo hacerlo (desde el laicado, la familia, la vida
consagrada...), ya no es tan importante. Lo que es evidente es que ante los
cambios que se están produciendo no hay que tener miedo.
Cuando le preguntan cuál es el secreto para mantenerse
tan joven con 91 años, dice que ayuda mucho preguntarse cada día qué quiere el
Señor que haga en este mundo. Y hacerlo desde la alegría de vivir. Para ella la
clave está en moverse al servicio de los demás aportando su vitalidad, viendo
en cada uno un hermano a quien acoger