Miguel Aguirre, hermano de Mons. Juan José Aguirre,
obispo de Bangassou, en la República Centroafricana, comparte la última carta
que acaba de recibir de él, que está viviendo en primera persona la terrible
situación de violencia, guerra y dolor de este país africano. “Me la ha mandado
con mucha dificultad”, dice Miguel, “escrita con el corazón y pidiendo
desesperadamente para que se solucione pronto la situación en la que malviven
actualmente. Solo os pido que la difundáis y que sigáis pidiendo por él y por
su pueblo”.
“Querido hermano: Voy escribiendo este mail para cuando
llegue un próximo avión y lo lleve a Bangui. Llegan pocos porque los pilotos
tienen miedo de pararse en Bangassou por la inseguridad que crea la presencia
de los Seleka en la ciudad.
Estos Seleka, para que os hagáis una idea, aunque vienen
y van y cambian mucho, son unos 30-40, guiados por un joven coronel natural de
Libia, joven (en España no llegaría a sargento) que es el que se mueve con el
coche Toyota Hillux que nos robaron en la misión de Ouango y por su adjunto, un
capitán que se instaló en lo que era la casa de madame Pacheco, echando de allí
a la ONG americana Corp Paix que tenían instaladas habitaciones y despachos,
además de robar en la casa de al lado, justo las de las hermanas de la
Fraternidad, el frigo solar, las baterías, las placas solares, los sillones,
camas, colchones, mosquiteras, mesas, etc., y dejar la casa de las hermanas
completamente vacía, seguramente porque las monjas huyeron como ratoncitos en
tierra quemada y abandonaron su casa.
El resto de la tropa son jóvenes reclutados a lo largo de
la contienda, que están aprendiendo a cargar las armas (anteayer la avioneta
evacuó un tetrapléjico a causa de un tiro de uno de estos aprendices que
manipulaba su arma y se le escapó el disparo, le entró por el pómulo y le
seccionó una parte de la columna vertebral, creo yo...) jóvenes además,
algunos, que huyen de la justicia, otros disgregados de la sociedad, los
erráticos de la vida, los jóvenes fracasados que han abandonado los estudios,
los dejados por desidia de los campos y del trabajo, antiguos presos reinsertados
en la tropa... La escoria.
Ese conjunto es la tropa que manda en Bangassou, tira
ráfagas de metralleta al aire para amedrentar, roban para comer, buscan chicas
y abusan de ellas sin miedo. Lo curioso es que también están persiguiendo a los
ladronzuelos que robaron las planchas de zinc de la antigua gendarmería, las
bandas que siguen revoloteando sobre los despachos abiertos de par en par de la
antigua administración para robar las migajas, o los que son acusados de
guardar armas o de tener dinero escondido.
Los Seleka persiguen a los salteadores y ladrones con el
coche que ellos mismos nos han robado, ponen a un alcalde musulmán y amenazan
de muerte al antiguo, eligen a un musulmán como juez (procurador) de Bangassou
para que juzgue a cualquier bicho viviente a condición de que no sea musulmán.
Invitan a la gente a salir de los campos, a los niños a ir a las escuelas
(porque también los niños musulmanes podrían ver el año escolar perdido),
animan al funcionamiento de los hospitales, Bangondé y los otros, aunque no
estén en pié de puro saqueo, porque también las musulmanas tienen que parir.
Pero cortan la carretera hasta Bangui a cualquier coche que no sea musulmán, no
se pueden traer suministros, ni medicinas, ni los conteiners, ni siquiera
viajar para llevar auxilio a Alindao que están viviendo una pesadilla peor que
la nuestra ya que no tienen ni teléfono para comunicar porque no tenemos ni un
solo coche y si lo tuviéramos nos lo quitarían en las primeras barreras porque
los “kaffir” (no creyentes del islam) no tienen permiso para tener un coche. El
nuevo presidente instituyó ayer fiesta nacional y vacaciones pagadas por ser el
día del nacimiento de Mahoma.
Empezamos poco a poco a diseccionar la realidad, a
intentar comprender qué pretenden los que dicen gobernar el país a golpe de
metralleta. Quieren islamizar Centroáfrica y para ello han empezado
neutralizando católicos y protestantes, bloqueando todo lo que ellos empiezan,
los proyectos que tienen, su capacidad de movimiento, etc., a condición de que
no sea un proyecto que beneficia también al bloque musulmán, con el que siempre
hasta ahora nos hemos llevado bien.
La cuestión ahora, que tanto me decís por teléfono, no es
cómo reconstruir lo destruido, que sabéis que son hasta las sacristías y los
sagrarios. Es cómo salir de este atolladero pues nos tienen amordazados y
atados, cómo conseguir cortar las cuerdas de manos y pies que usan para
bloquearnos, más aún para desanimarnos y obligarnos a tirar la toalla.
Esto lo irán haciendo con nuevas leyes, tasas exorbitantes,
prohibiciones y abusos generalizados. Ayer quisieron empezar la escuela en
Bangui pero enseguida varios de éstos descerebrados raptaron a varios hijos de
funcionarios para pedir un dinero por su regreso a casa. Claro, el comenzar la
escuela se vino abajo.
Mucha gente llama por si pueden venir a ayudarnos y les
damos las gracias. Hablando ayer con Julieta y Marcela, vemos que es casi
imposible hacer venir a nadie aquí, ni siquiera para operar cataratas o para
ordenar los almacenes, que interesaría a muchos musulmanes de Bangassou, pero
es difícil entre otras cosas porque no hay coches para ir a recogerlos a la
capital, y en la capital todo el mundo tiene el coche escondido, y pueden
meterse en un avispero en Bangui antes de poder viajar a Bangassou para
encontrarse otro avispero más pequeño, ni nadie para llevarlos y traerlos.
Se puede ir hasta Bangondé andando, como yo hago casi
cada día, o montados, desde el aeropuerto, en el viejo camión, pero muchas
otras cosas están todavía en el aire.
También en lo que concierne a la seguridad de los
médicos. Difícil que les den los visados porque Francia los prohíbe ahora para
los no residentes. Francia está pidiendo a los franceses que dejen
Centroáfrica. Hay incluso rumores de otro golpe de estado. Si fuera posible un
día, ya os avisaríamos. Hacen falta muchos bemoles para, en estas
circunstancias, poner al mal tiempo buena cara...
Como decía en otros mails, la otra cara del espejo la
encontramos en el nuevo testamento y en otros pueblos que han vivido ya la
misma experiencia que nosotros. El Sudán del Sur pudo convivir con el
musulmanismo radical, simplemente siendo ellos mismos y sin dejarse fagocitar
de sus creencias cristianas. Pero les costó una guerra de 20 años. Por otro
lado estamos leyendo todas estas semanas los Hechos de los Apóstoles en donde
se habla de vejaciones, persecuciones a la Iglesia naciente, prisiones para los
Apóstoles e incluso la muerte violenta de Esteban. Frente a estas cosas
nefastas (que incluyen saqueos, mordazas, privaciones, flagelaciones, huidas o
vidas en clandestinidad...), los Apóstoles reaccionaron con su fe en el Cristo
resucitado que todo lo meterá en vereda a su debido tiempo, que todo enderezará
cuando sea, que ha ganado y vencido con su resurrección. Nos gustaría ser como
esos apóstoles que anunciaban al Cristo resucitado a tiempo y a destiempo, con
coraje y con buen ánimo, sabiendo que ‘a quien Dios tiene, nada le falta’ y que
incluso sufrían la persecución como si ‘fuera un honor’ que les permitía
parecerse a su Señor que ya les había dicho que ‘seréis bienaventurados cuando
os perseguirán...’.
Yo sigo con el ánimo como un yo-yo. Depende de los días,
pero tengo la esperanza de que esto terminará pronto, de que alguien nuevo
vendrá a reemplazar a estos bárbaros incompetentes que, por difícil que sea de
creer, han hecho buenos a los de Kony, que sigue campando por sus anchas, en el
flanco derecho esta vez, atacando pueblitos y llevándose porteadores y rehenes.
Los de Kony roban comida, atacan a una mujer y la ponen
en la disyuntiva de cortarle el cuello o dejarse violar. Ya sabéis, la famosa
violación como arma de guerra.
Ahora los Seleka, incultos y brutos, además de violarlas,
que es lo que todas han elegido, les queman el techo de paja de la casa, y así
todo el barrio. Haber arrasado el barrio con fuego es la nueva arma de guerra
de estos bandidos. En Ouango, cuando prendían el fuego, empezó a gritar el
chaval poliomielítico al que dimos la silla de ruedas que vino en los
contenedores. Lo sacaron de la silla y lo tiraron fuera de la casa. Esta vez
tuvo suerte: ¡se quemó sólo la silla! Un abrazo a todos lleno de esperanza”