El sacerdote diocesano Fernando Asín Castellón, misionero
en Perú, compartía su testimonio misionero en el Encuentro de animación
misionera de la pasada semana en Alicante: “Estoy de misionero en la diócesis
de Chimbote, Perú desde hace más de 11 años. Estuve en la ciudad de Casma, a 60
kilómetros de Chimbote, durante 5 años, parroquia que los sacerdotes
alicantinos han atendido durante más de 25 años. Además de la ciudad, de 30.000
habitantes, se atendía a más de 40 comunidades campesinas. Después pasé a la
ciudad de Chimbote y estoy en los últimos barrios de la ciudad que van
creciendo a base de invasiones humanas, en medio de estos arenales (estamos en
el desierto). Ya se dividió la parroquia, dejando 4 capillas y unos 25.000
habitantes a otro sacerdote. Se creó una nueva Parroquia, La Inmaculada
Concepción, hace dos años que actualmente consta de 9 capillas y atiende a unas
60.000 personas. Me acompañan dos religiosas italianas con mucha experiencia
pastoral en estos barrios. Tengo unas 30 catequistas que son una maravilla por
su fe y entusiasmo y un grupo juvenil de unos 25 jóvenes que ya lleva tres años
funcionando. Hay una trabajadora social que atiende tantos casos de falta de
salud sobre todo en niños y ancianos. La mitad del presupuesto parroquial se
dedica a este fin (casos sociales). Aquí la mayoría no tiene seguro médico ni
trabajo formal y cuando viene la enfermedad a algún miembro de la familia no
tienen dinero para ser atendidos y pagar pruebas de diagnóstico o comprar
medicinas. También hay un gabinete de ayuda sicológica (el sufrimiento lleva a
traumas y desesperación).
Mi fe es un regalo de Dios. La vivo con mucho
agradecimiento. No sé porqué Dios me quiere tanto y me ha traído a estas
tierras a ayudar y acompañar a estas gentes. Cada día le doy más gracias a Dios
por la suerte que tengo. Cuando me ordené sacerdote hace casi 42 años (ahora
tengo 65 años de edad) no tenía en mi cabeza venir a misiones, pero los caminos
de Dios no son nuestros caminos. No me consideréis un supermán o un héroe
porque no lo soy. Disfruto de estar aquí y poder servir a tanta gente. No es un
sacrificio. La gente me humaniza. Creo incluso que es más fácil ser sacerdote
en América Latina que en Europa. Estoy rodeado de gente joven que me aprecia
muchísimo y de comunidades cristianas entusiastas. Ellos me enseñan a creer, a
rezar, a cantar, a vivir y dar gracias a Dios por la vida, a pesar de las
penurias.
Colaboro con el Obispo en la formación de los sacerdotes
(soy delegado diocesano del clero). Doy también clases de bioética en la
facultad de medicina de una universidad privada a unos 90 alumnos y
"Fundamentos de bioética" a unos 10 doctores que realizan su
especialización médica. Así que no tengo tiempo de aburrrirme. Me gusta mucho
leer, sobre todo, Cristología. Y buena literatura. Participo en un taller de
Derechos Humanos en un instituto de teología en Lima, una vez al mes. Y en un
equipo de espiritualidad sacerdotal llamado El Prado que intenta optar por
Jesús y por los pobres. En Perú somos 25 sacerdotes del Prado. Participé en
Alicante durante 14 años en el equipo que ahí existe. Hacemos lectura
meditativa del evangelio y revisión de vida. Y celebramos nuestra fe.
Espero que os haya servido esta crónica de mi tarea
pastoral. Que Dios os bendiga”