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11 de octubre de 2013

El misionero Tomás Herreros desde Kenia


El misionero Tomás Herreros escribe desde su Misión en Kenia contando lo que significa su día a día como misionero en este lugar de África.
“Esta semana he programado ir al este de nuestra misión, más allá de las montañas, en una zona que limita con los Turkana, y donde dicen que un buen número de nuestra gente se ha movido en busca de oro, porque parece que sale con más abundancia que en otros sitios. Lo cierto es que nuestras muchachas de los caseríos, las que no van a la escuela, una vez han terminado sus labores de siembra aprovechan la abundancia de lluvias para ir a limpiar tierra y encontrar algunos granitos de oro que venden para compara azúcar, cremas, abalorios o algún que otro vestido. Durante la estación seca todo eso no es posible. Todavía no sabemos si la cantidad de oro de nuestra región es suficiente para extracción industrial – cosa que dudo mucho, pues ya llevamos años acunando el barro para descubrir unos gramos amarillos. Esa región donde voy de visita sé que no está muy habitada, pero tengo que visitar a los católicos que se hayan perdido por allá: algunos serán jóvenes que fueron a la escuela y volvieron a sus caseríos; otros serán familias que han preferido moverse a pastos más salvajes que lo que rodean el carretil principal de nuestra parroquia, que hoy por hoy está abriendo más y más campos de cultivo en sus cercanías; otras serán jóvenes esposas que han sido esposadas en esas zonas (…).
Este año la iniciativa pastoral que nos está sorprendiendo son los cursillos mensuales de dos días para jóvenes muchachos de los caseríos. Ya son dos meses que el grupo de los más avanzados regresan a los cursillos en un cien por cien, algo muy extraño para la poca constancia de nuestra gente. Junto con esos más constantes vienen otros que se suman al programa de catecumenado, con la esperanza de que a los seis meses les aceptamos para los primeros ritos propios de la Iniciación Cristiana de Adultos, que culminará en el bautismo después de dos años. No todos podrán ser bautizados, pues algunos, a pesar de su juventud ya señorean dos esposas. Nosotros no somos de la opinión de que despachen a ninguna, a no ser que salga de su propia iniciativa. Además, ese tipo de divorcio resulta muy difícil de poner en práctica porque implica que hay que devolver toda la dote que los familiares del marido entregaron. Movidos por su nuevo descubierto celo apostólico, ahora esos jóvenes nos piden que organicemos cursillos matrimoniales para enseñar a sus esposas; poco se imaginan que muchas de ellas, que ya están bautizadas, han pedido lo mismo. (…).
Os estoy muy, muy agradecido por todo lo que hacéis por nosotros que estamos en primera línea. Cierto es que no podemos ir al bar de la esquina a tomarnos una caña o una tapa, pero gracias a Dios no nos faltan ni los frijoles, ni la harina, ni el arroz. Y podemos comprar lentejas y garbanzos en Kitale (a 170 km) para acompañar al vino de tetrabrik importado de Chile que también se puede comprar en los mismos centros por poco dinero.
Que el Señor os mantenga alegres y gozosos en su paz”.