Desde la Delegación de Misiones de Segovia nos llega el
testimonio de la doctora Olga Montesinos, que ha llevado a cabo, junto con un
grupo de voluntarios, una experiencia misionera en Haití. "Hoy día, en
esta sociedad que nos toca vivir, leer experiencias de jóvenes que se dan a los
más necesitados en territorios de misión es como esa brisa fresca que tanto nos
agrada en estos tiempos de calor. Por eso, después de insistir a la doctora
Olga Montesinos, del Departamento de Radiología del Hospital de Segovia, para
que nos contara su experiencia misionera en Haití junto con un grupo de
voluntarios y que la compartiera, hoy, con mucho gozo, les invitamos a que se
enriquezcan con sus vivencias en uno de los países más pobres del planeta:
Haití", dicen desde la Delegación de Misiones de Segovia.
"Me cuesta empezar a escribir sobre ello, porque,
después de ya casi un año, no lo había hecho. Tampoco he hablado mucho, así que
creo que está todo en el corazón.
Hace como unos cuatro o cinco años conocí a una Carmelita
Vedruna, Hna. Nati, que irradia amor a los pobres por los cuatro costados, en
un entorno no cristiano, el mío en ese momento, a través de una amiga. Estuve
un tiempo sin saber de ella y esta amiga me dijo que estaba en Haití cuando
sucedió el terremoto.
Cuando volví a verla, contaba cosas que yo pensé que no
podrían existir; pero su manera de hacerlo, con tanto amor, me cautivó. Ella
había estado en Honduras y otros sitios, pero de Haití hablaba de una manera
especial. Así el Señor puso en mi corazón la inquietud de ir a Haití, Él se
valió de Nati para que yo le diera mi 'sí'.
Es cierto que siempre había tenido inquietud por ir a
algún sitio del tercer mundo, en concreto a África, pero se presentó así de
natural, de sencillo. En ese momento ya estaba viviendo mi vida cristiana de
verdad y lo sentí, ahora con más certeza, como una llamada del Señor a salir de
mi comodidad, de mi día a día lleno de cosas que hacer, pero poco entregado a
quien verdaderamente lo necesita.
Yo hasta hace muy poco era una persona que vivía
completamente al margen de Dios, y sé que acercarme a su Trascendencia me ayudó
a decidir que no estoy en esta vida para pasar lo mejor que pueda y vivir como
si se fuera a acabar mañana; que estoy aquí por Amor, y que eso es lo que tengo
que dar, o intentar, porque no siempre puedo o quiero, y que es Dios el que me
impulsa a hacerlo. Así decidí, en contra de muchos miedos y dificultades más
prácticas, irme a Haití un mesecito.
Aunque el tema de los días en el trabajo no fue tan
sencillo, todo se arregló. Los preparativos fueron literalmente una locura,
porque compaginarlo con el trabajo y mi vida social y familiar a veces me
parecía tarea imposible... Pero llegamos a Haití, después de un viaje algo
largo pero cómodo, sin grandes cosas.
Lo primero, bajar del avión, y ese calor... Me aterraba,
porque yo lo llevo fatal y además soy muy blanquita de piel y el sol me da
miedo (¡es un verdadero rollo el tema del sol!)...; pero primer contacto
superado, casi ni me di cuenta. Al llegar al aeropuerto, recuerdo una auténtica
locura: manos negras por todos los lados para coger tus maletas, que en vez de
en una cinta dando vueltas estaban amontonadas y no podías ni llegar... Algunos
voluntarios que repetían del año anterior nos dijeron: 'Bienvenidos a Haití'.
Así es, Haití es otro mundo.
Nada de lo que yo me podía imaginar estaba allí, pero yo
me sentía como si hubiera estado con ellos toda la vida... ¡Qué curioso! No
eché de menos casi nada; ahora soy más consciente de la falta de tantas
comodidades, pero allí no. Todo empezó como por rutina, como si lo hubiera
estado haciendo ayer, pero era todo nuevo.
Es cierto que estaba ya Bea; había llegado 15 días antes
y ¡estaba todo hecho! Ella me enseñaba dónde estaban las necesidades, qué
querían de nosotros y hasta dónde podíamos llegar.
Así fueron pasando los días. Nos levantábamos,
desayunábamos y unos iban al campamento y nosotras al área de salud (médico y
enfermera). Allí hay mucho que hacer con muy poco, pero ¡la imaginación es
poderosa! Visitábamos a las familias que más lo necesitaban, e iban surgiendo
cosas sobre la marcha: ¡improvisación total! Mi trabajo aquí no tiene nada que
ver, pero daba igual. La sensación de haberlo hecho siempre aún me deja un poco
alucinada, pero es cierto que si tú das, todo se pone fácil; si lo dejas en sus
manos, Él te ayuda...
En Haití he aprendido muchas cosas, pero quizá lo más
importante es que 'lo que no se da, se pierde'. Es una frase de la Madre
Teresa, pero para mí se hizo real en Haití. Claro que lo material si no lo das
se pierde, pero, sobre todo, te pierdes tú; si no te das a ti mismo, con tus
defectos también, te pierdes...
Este año, por varias circunstancias, no he podido ir,
pero ya siento que algo de mí se pierde, porque en Haití dejé un trocito de mi
corazón y siempre estará allí. Intento tener presente a Haití en Segovia, en mi
día a día y con mi gente, pero no es lo mismo, aunque no sea menos importante.
Este año rezaré por los voluntarios que van, que se encuentren con la pobreza,
que tanta falta nos hace en este mundo, que se aprende mucho de ellos, y, sobre
todo, rezaré porque se den...".